Casi todas las previsiones periodísticas para el 2024 subrayan que este va a ser el año de las elecciones. Todos los años lo son, puesto que en todos se convocan comicios, aquí o allá. Pero la concentración de llamadas a las urnas programadas para el año que acaba de empezar es ex­traordinaria. Habrá elecciones en unos setenta países, cuya población con­junta ronda los 4.000 mi­llones de personas, la mitad de las cuales, alrededor de 2.000 millones, tienen derecho a voto.

De esos 2.000 millones, la mayoría, unos 900 millones, serán indios, puesto que India es ya el país más poblado del mundo: en el 2023 adelantó a China y supera los 1.428 millones de habitantes, tres más, ahora mismo, que el país al que solíamos denominar “el gigante asiático”. De la decisión de esos 900 millones depende que el primer ministro Narendra Modi, que se ha distinguido por su deriva populista y religiosa, obtenga un tercer mandato de cinco años.

Por número de electores, sucede a India la Unión Europea: unos 400 millones de ciudadanos podremos elegir el nuevo Parlamento Europeo entre el 6 y el 9 de junio. No será esta una elección más: una victoria del Partido Popular Europeo podría conducir a su alianza con las formaciones de ultraderecha, cuyos principios no siempre coinciden con los que han caracterizado la UE desde su fundación. El votante español ha considerado a veces las europeas como algo lejano, incluso ajeno; y, sin embargo, las de este año son trascendentales para el futuro comunitario.

Dicho esto, las elecciones que causarán más ruido mediático serán probablemente las de Estados Unidos, que de momento se perfilan como otro combate entren dos púgiles de la tercera edad: el actual presidente, el demócrata Joe Biden, y el republicano –pero más trumpista que republicano– Donald Trump. Se celebrarán en noviembre y convocarán a 160 millones de votantes.

La lista no termina aquí. También serán consultados los británicos, puesto que el premier Rishi Sunak ha anunciado ya su deseo de adelantar elecciones, ante las que parte con trece puntos de desventaja, según los últimos sondeos, frente al laborista Keir Starmer. Y los mexicanos, que elegirán entre dos mujeres, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, para la presidencia de un país de contrastada tradición machista, donde el número de víctimas mortales en la guerra contra el narcotráfico alcanza ya las 350.000. Y los sudafricanos, que podrían acabar con la mayoría del CNA, el partido del añorado Nelson Mandela, en el poder desde hace treinta años...

Los cursis se refieren a las elecciones como “la fiesta de la democracia”. Estaríamos, pues, este año ante un fiestón continuo, tipo ruta del bakalao, en el que se enlazarían guateques con bailongos, verbenas con festivales y discotecas con afterhours por colegios electorales de todo el planeta. Pero no solo hay motivos para la satisfacción. Entre las muchas elecciones del 2024 están las de Rusia, Irán y otros países en los que el ritual democrático es pura farsa, una careta del autoritarismo con apolilladas ambiciones imperiales o teocráticas.

En paralelo, el populismo y la ultraderecha avanzan por doquier, también en países con buena nota democrática, como Estados Unidos, el líder del llamado mundo libre, el país con más potencia económica y mayor gasto militar, donde el deterioro del sistema se manifiesta en distintos niveles. Empezando por los dos candidatos ya mencionados, que se descalifican entre sí, Biden recordando la ominosa y abultada lista de causas judiciales en las que chapotea Trump, y este asegurando que aquel no está en condiciones físicas ni mentales para gobernar. Y siguiendo por un electorado que da ventaja a Trump en los sondeos y festeja, cómplice, cada una de sus bravuconadas, mentiras o imputaciones, transformándolas en un alud de nuevas donaciones de fondos para la campaña del magnate.

Decía Francisco de Quevedo que “en la ignorancia del pueblo está el seguro dominio de los príncipes”. Hoy quizás añadiría que en tal ignorancia puede estar también su perdición. Este 2024 será el año de las elecciones, sí. Pero, por todo lo dicho, será también el año en que se votará peligrosamente en la fiesta democrática global. Ojalá la resaca de dicha fiesta no sea monstruosa.

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El año que votamos peligrosamente

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07.01.2024

Casi todas las previsiones periodísticas para el 2024 subrayan que este va a ser el año de las elecciones. Todos los años lo son, puesto que en todos se convocan comicios, aquí o allá. Pero la concentración de llamadas a las urnas programadas para el año que acaba de empezar es ex­traordinaria. Habrá elecciones en unos setenta países, cuya población con­junta ronda los 4.000 mi­llones de personas, la mitad de las cuales, alrededor de 2.000 millones, tienen derecho a voto.

De esos 2.000 millones, la mayoría, unos 900 millones, serán indios, puesto que India es ya el país más poblado del mundo: en el 2023 adelantó a China y supera los 1.428 millones de habitantes, tres más, ahora mismo, que el país al que solíamos denominar “el gigante asiático”. De la decisión de esos 900 millones depende que el primer ministro Narendra Modi, que se ha distinguido por su deriva populista y religiosa, obtenga un tercer mandato de cinco años.

Por número de electores, sucede a India la Unión Europea: unos 400 millones de ciudadanos podremos elegir el nuevo........

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