Ocurrió el pasado domingo en Las Vegas: el jugador de fútbol americano Travis Kelce, que alineado con los Kansas City Chiefs acababa de ganar la Super Bowl, recibió en el terreno de juego el beso apasionado de Taylor Swift, reina del pop global y actual dueña de su corazón. Fue un beso que ha trascendido dicho noviazgo y ha tenido enorme eco social.

De hecho, todo lo relacionado con Taylor Swift es enorme. El 53% de los estadounidenses se declaran fans suyos. En Australia se acaba de celebrar, con la complicidad de siete universidades, un simposio académico sobre ella. Su fortuna supera los mil millones de dólares y va a más. Su gira planetaria Eras , que empezó en marzo del 2023 y acabará el próximo diciembre, llena estadios con capacidad para hasta 73.000 espectadores y facturará otros mil millones de dólares. Swift ocupó en el 2023 la portada de la revista Time como “persona del año”, y fue considerada una de las mujeres más poderosas del mundo…

¿Cómo se consigue todo eso? Desde sus inicios en la música country a los 14 años –ahora tiene 34– hasta su conversión en reina del pop, Swift ha compuesto y cantado unas canciones que relatan su crecimiento personal y su amena vida sentimental. Y que son, para muchas jóvenes, un espejo de su propia intimidad, con vivencias paralelas: el chico malo pero irresistible, la tendencia a tropezar dos veces en la misma piedra, el deseo de recuperar a quien se ha perdido… Añádase a todo esto una especial empatía con los fans –“no los distingo de mis amigos”, sostiene Swift (algo que quizás no entusiasme a sus amistades)–, un astuto manejo de las redes y una maquinaria de relaciones publicas engrasada y tendremos la receta de un éxito descomunal, que va más allá de la música e incide en la política.

Taylor Swift no oculta sus simpatías por los demócratas y se ha presentado como feminista, defensora de los derechos LGTBI y filántropa dispuesta a contribuir con sus donaciones a paliar algunos desastres naturales. A la renqueante precampaña de Joe Biden ante las elecciones de noviembre le vendría de perlas el apoyo explícito de la cantante. Por el mismo motivo, a muchos republicanos tal apoyo les fastidiaría. Desde este partido, le recomiendan que no se meta en política. Y el ala más conspiranoica del trumpismo delira diciendo que Swift y Kelce fingen mantener una relación sentimental con el único propósito de sumar fuerzas mediáticas y ponerlas al servicio de la campaña de Biden. Dicho en otras palabras, hay temor en las filas de Trump a que la fama de Swift y una clara toma de posición puedan decantar el resultado de las presidenciales del próximo otoño.

¿Es eso posible? Habrá que verlo. Pero algunos lo creen, convencidos de que una cantante tan empática puede influir sobre el voto popular en esta coyuntura incierta. Es comprensible que el electorado se sienta poco atraído por el candidato demócrata Biden o por el candidato republicano Trump, si al fin son ellos los contendientes. Porque los talentos de Biden quedan ocultos por sus achaques. Y, con mayor motivo, porque Trump está enfangado en un centenar de causas judiciales, por trapacerías políticas, económicas o sexuales, y porque su narcisismo, su arrogancia y su conducta errática son garantía de problemas para el mundo.

Ahora bien, nada de eso justificaría optar por un candidato u otro en Estados Unidos por mera simpatía hacia la reina del pop.

Todo lo cual nos recuerda el desmesurado poder que han alcanzado en nuestra sociedad la fama y la celebridad, sea cual sea su origen. Basta que una cantante le caiga bien a la mayoría social para que sea vista como potencial prescriptora de candidatos a presidente. Sería preferible que las personas más escuchadas en esta materia fueran, por encima de las figuras del espectáculo, aquellas con una mayor cultura política y un mejor discernimiento sobre lo que más le conviene a EE.UU. y al planeta. Pero cuando ha ocupado ya la Casa Blanca, supuesto faro de la democracia global, un psicópata con el expediente de Trump, dispuesto a acallar la voz de las urnas y a azuzar a sus hordas para que asalten el Capitolio, la razón política colectiva arrastra los efectos de un golpe del que resulta difícil recuperarse. Ahí estamos.

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El poder de la fama y quien la ostenta

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18.02.2024

Ocurrió el pasado domingo en Las Vegas: el jugador de fútbol americano Travis Kelce, que alineado con los Kansas City Chiefs acababa de ganar la Super Bowl, recibió en el terreno de juego el beso apasionado de Taylor Swift, reina del pop global y actual dueña de su corazón. Fue un beso que ha trascendido dicho noviazgo y ha tenido enorme eco social.

De hecho, todo lo relacionado con Taylor Swift es enorme. El 53% de los estadounidenses se declaran fans suyos. En Australia se acaba de celebrar, con la complicidad de siete universidades, un simposio académico sobre ella. Su fortuna supera los mil millones de dólares y va a más. Su gira planetaria Eras , que empezó en marzo del 2023 y acabará el próximo diciembre, llena estadios con capacidad para hasta 73.000 espectadores y facturará otros mil millones de dólares. Swift ocupó en el 2023 la portada de la revista Time como “persona del año”, y fue considerada una de las mujeres más poderosas del mundo…

¿Cómo se consigue todo eso? Desde sus inicios en la música country a los 14........

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