A veces sueño que los políticos dejan de hacer declaraciones, que una afonía –o un rapto de contención y cordura– les aleja por un tiempo de los micrófonos. Que Feijóo suspende el rosario de invectivas contra Sánchez que parece dar sentido a su vida; que este deja de echarse flores; que Abascal cesa en sus ataques contra los supuestos enemigos de España; que Puigdemont deja de amenazar con tumbar al Gobierno.

Luego me despierto con la radio y vuelvo a la realidad. Ahí están todos ellos acosando de nuevo con más declaraciones, en las ondas, en la prensa, en la tele, en actos oficiales, en su sede, en mítines… O ante el Congreso, en sus pasillos, incluso en la tribuna de oradores, para la que deberían reservar sus mejores palabras, reduciendo, y mucho, el número de las que sueltan en otros escenarios.

Lo primero que hacen algunos partidos cada mañana es perfilar las consignas con las que sus dirigentes van a martillear ese día al rival, repitiéndolas hasta la náusea, casi como loros, más o menos avinagrados. Lo segundo es prestarse a todas las solicitudes de entrevista y hablar sin tasa, como adictos al micro, o como si no les entendiéramos a la primera. Ya aburren.

No seré yo quien cuestione la libertad de expresión. Pero sí abogaría por un uso más responsable de esta. Una cosa es protegerla, como hace la Constitución, evitando limitar los contenidos. Otra es abusar de ella.

Acabo con una modesta proposición para los políticos: en lugar de estar siempre pegados al micro, podrían tratar de combatir su adicción y limitarse a una alocución semanal. Todos ganaríamos. Los políticos tendrían más tiempo para afinar sus discursos y lograr que fueran esperados (no como ahora). Su audiencia agradecería el alivio y les prestaría más atención. ¿Qué tal una semana de prueba?

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Hablar hasta aburrir

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14.01.2024

A veces sueño que los políticos dejan de hacer declaraciones, que una afonía –o un rapto de contención y cordura– les aleja por un tiempo de los micrófonos. Que Feijóo suspende el rosario de invectivas contra Sánchez que parece dar sentido a su vida; que este deja de echarse flores; que Abascal cesa en sus ataques contra los supuestos enemigos de España; que Puigdemont deja de amenazar con tumbar al Gobierno.

Luego me despierto con la radio........

© La Vanguardia


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