El mundo académico se dispone a conmemorar, en el 2024, el centenario de la muerte de Franz Kafka. Ya hay varios congresos y exposiciones en marcha, empezando por la Universidad de Oxford, que organiza para septiembre una conferencia internacional, y siguiendo por las Bodleian Libraries, que conservan buena parte de los papeles del escritor, también en Oxford, y preparan una exposición a partir de mayo. La Asociación Internacional de Críticos de Teatro dedicará su asamblea anual, esta vez en mayo en Brno, a la vigencia de las ideas kafkianas en la escena actual. El XIX Congreso Internacional de la Sociedad Goethe en España, que se celebrará en mayo en la Universitat de Barcelona, analizará el impacto de Kafka. El Institut d’Humanitats iniciará en enero un curso con los mejores especialistas en Kafka del país. Etcétera, etcétera.

Todo este aparato académico era previsible, dado que Kafka se convirtió en uno de los creadores más influyentes al perfilar y anticipar las angustias propias del siglo XX. Pero lo que difícilmente podía imaginar el autor praguense, fallecido a causa de la tuberculosis el 3 de junio del 1924, con solo 40 años, era en qué medida los resortes de su literatura iban a permear –y casi estructurar– nuestro siglo XXI.

La Real Academia Española aceptó en el 2001 la voz kafkiano/na, definiéndola como “situación absurda, angustiosa”. O sea, opresiva, propia de una pesadilla, de motivo incomprensible y efectos insuperables, a veces emanada de una burocracia anónima e inexpugnable.

Los protagonistas de las obras de Kafka son personas atrapadas. Ya sea por una mutación física inexplicable (Gregor Samsa, que despierta en su cama convertido en monstruoso insecto, en La metamorfosis ). O por un juicio en su contra, cuyas causas ignora (Josef K., en El proceso). O por la imposibilidad de acceder a la fortaleza, desdibujada por la nieve, la niebla y la oscuridad, a la que ha sido llamado (K., el agrimensor, en El castillo ). Figuras, todas ellas, víctimas de una situación injustificable y asfixiante, ante la que se sienten impotentes, y cuyos causantes no tienen el menor interés en corregir.

Ahora bien, una cosa son los libros y otra es la realidad. Vamos a empezar el 2024 ante un panorama pintado con trazos kafkianos. Cada noche cenamos viendo en los telediarios insoportables imágenes de niños y mayores destrozados por las bombas en Gaza, que caen allí de continuo como si fuera imposible ­evitarlo.

Cada tanto asoma Putin su rostro retocado en la tele para decir que no cejará en su empeño destructivo hasta alcanzar sus objetivos (lo cual, vista la lentitud a la que avanza la tropa, es doblemente preocupante). Todo ello, por no hablar de otros conflictos bélicos con perfil mediático más modesto, pero también activos y de no menor crueldad, como son los de Birmania, Somalia, Etiopía, Sudán y demás que, combinados, acumulan millones de muertos.

En la escena nacional, y salvando las distancias, las muestras de rigidez e inmovilismo son también abundantes, sin que sus responsables las atenúen. Altas instituciones como el Consejo General del Poder Judicial, incapaz de acometer su reglamentaria regeneración, parecen haber entrado en una fase de esclerosis absurda, lesiva, kafkiana. El principal partido de la oposición sigue enrocado en una actitud descalificadora, que le ha llevado incluso a remolonear ante las llamadas del presidente del Gobierno para concertar una reunión en la que intentar resolver las crisis del país...

Milena Jesenská, destinataria de las Cartas a Milena, se refirió a Kafka en el obituario que le dedicó como alguien que “vio el mundo lleno de demonios invisibles luchando y destruyendo a las personas indefensas”. Hoy, los demonios continúan operando y los ciudadanos de a pie siguen indefensos ante ellos. Pero, en realidad, algo hemos avanzado. Los demonios no son ahora tan invisibles. Aunque las personas siguen pareciendo incapaces de ponerse a salvo de las tropelías demoníacas. Mientras esto último no ocurra, el mundo continuará demostrando que Kafka no andaba desenca­minado. Y si, en un futuro más o menos próximo, la inteligencia artificial llega a desmandarse irreversiblemente, quizás deberemos tratarle ya de clarividente máximo y profeta total.

QOSHE - Kafka en el siglo XXI - Llàtzer Moix
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Kafka en el siglo XXI

6 0
24.12.2023

El mundo académico se dispone a conmemorar, en el 2024, el centenario de la muerte de Franz Kafka. Ya hay varios congresos y exposiciones en marcha, empezando por la Universidad de Oxford, que organiza para septiembre una conferencia internacional, y siguiendo por las Bodleian Libraries, que conservan buena parte de los papeles del escritor, también en Oxford, y preparan una exposición a partir de mayo. La Asociación Internacional de Críticos de Teatro dedicará su asamblea anual, esta vez en mayo en Brno, a la vigencia de las ideas kafkianas en la escena actual. El XIX Congreso Internacional de la Sociedad Goethe en España, que se celebrará en mayo en la Universitat de Barcelona, analizará el impacto de Kafka. El Institut d’Humanitats iniciará en enero un curso con los mejores especialistas en Kafka del país. Etcétera, etcétera.

Todo este aparato académico era previsible, dado que Kafka se convirtió en uno de los creadores más influyentes al perfilar y anticipar las angustias propias del siglo XX. Pero lo que difícilmente podía imaginar el autor........

© La Vanguardia


Get it on Google Play