Setenta tipos irrumpieron en la madrugada del pasado domingo en la estación de metro de Jaume I de Barcelona, armados con aerosoles y rotuladores, y en un pispás cubrieron sus andenes, pasillos y señales de firmas tirando a ilegibles. Dicen que así festejaron un cumpleaños. De paso, alteraron el servicio de las líneas 2 y 4, y causaron desperfectos cuya reparación se ha cifrado en 135.000 euros.

He leído los comentarios al respecto colgados por los lectores en la web de La Vanguardia. Hay dos que se repiten. Uno: que los responsables paguen los gastos que comporta borrar su huella. Dos: que alguien vaya a sus casas y las pintarrajee de arriba abajo. He aquí dos propuestas plausibles –sobre todo, la primera– de justicia distributiva, inspiradas en la vieja ley del talión, la del “ojo por ojo” bíblico, la del refrán “el que la hace la paga”. Pero para impartir justicia antes hay que hallar a los vándalos, juzgarles y condenarles.

Además de una necesidad de afirmación típica de adolescentes –que, ingenuamente, creen que ensuciando el metro con su logo ya son alguien–, estas pintadas reflejan carencia de educación urbana. Es decir, el desprecio por el espacio público, que a todos y a nadie pertenece, y que está concebido para el encuentro y la convivencia, no para su uso invasivo y, menos aún, destructivo.

El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro solía salir a fumar al balcón de su piso parisino, en la plaza Falguière. Y si, al ir a tirar la colilla, veía a un transeúnte bajo su balcón, exclamaba, enfadado: “¿Qué diablos hace ese tipo en mi cenicero?”. Obviamente, esa plaza no era el cenicero de Ribeyro. Como tampoco las estaciones de metro –y los muros y puentes de la ciudad– deberían ser los lienzos de quienes las afean con garabatos. Algún día, si la educación urbana progresa, quizás lo entiendan.

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Ni cenicero ni lienzo

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28.01.2024

Setenta tipos irrumpieron en la madrugada del pasado domingo en la estación de metro de Jaume I de Barcelona, armados con aerosoles y rotuladores, y en un pispás cubrieron sus andenes, pasillos y señales de firmas tirando a ilegibles. Dicen que así festejaron un cumpleaños. De paso, alteraron el servicio de las líneas 2 y 4, y causaron desperfectos cuya reparación se ha cifrado en 135.000 euros.

He leído los comentarios al respecto colgados por los lectores........

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