Wim Wenders reverdece laureles a los 78 años con la película Perfect days , ahora en cartel. La trayectoria del cineasta alemán ha sido irregular, porque brilló en su inicio en los setenta, con títulos como Alicia en las ciudades o El amigo americano, y luego decayó con otros que le granjearon fama de presuntuoso. Ahora, Perfect days vuelve a acreditar su talento como narrador fílmico. Es una película un poco larga –capricho del cine actual, tan extendido como cargante– y cuenta una historia poco glamurosa: el día a día de un limpiador de lavabos públicos de Tokio. Su rutina parece desprovista de interés, pero quizás suponga para algunos un descubrimiento vital.

Hirayama, el protagonista de esta película que encadena días perfectos, es uno de los 38 millones de habitantes de Tokio, la ciudad más poblada del planeta. Pese a lo cual, diríase que reside en un mundo particular. Vive solo, mantiene contadas relaciones sociales, habla lo mínimo y reparte su tiempo entre el trabajo, que ejecuta con pulcritud, a conciencia, y un ocio no embrutecedor, basado en la contemplación de los árboles, en la lectura y en la música. Vive solo pero conserva los sentidos despiertos y alerta, también su capacidad para la empatía y la generosidad.

En su abarrotada furgoneta, durante los recorridos laborales, Hirayama escucha viejos casetes, acaso inspirados en la playlist del propio Wenders. Es una excelente selección de clásicos pop, que va desde The house of the rising sun de The Animals hasta Feeling good de Nina Simone, pasando por Redondo Beach de Patti Smith, [Sittin’on] the dock of the bay de Otis Redding o Brown eyed girl de Van Morrison. Sin olvidar Perfect day, de Lou Reed, una de las muchas joyas incluidas en su álbum Transformer, que vio la luz hace ya 52 años.

En Perfect day, Reed describe la idea que en su juventud tuvo de un día perfecto: ir al parque a beber sangría o al zoo a dar de comer a los animales o a ver una película, en compañía de alguien querido, y luego volver a casa con esa persona. O sea, un plan indicado para recargar baterías el fin de semana y enfrentase el lunes a una rutina quizás menos apetecible, a una vida imperfecta, supuestamente inevitable.

Obsérvese que Reed tituló su canción en singular, y que Wenders titula su película con la misma expresión, pero en plural. Porque Hirayama no espera el weekend para llevar una existencia plena, sino que ha organizado la suya de tal modo que todos los días le parecen perfectos, independientemente de que la perfección sea más un camino que una meta alcanzable; o de que los lavabos que limpia sean una monada, obra de grandes arquitectos japoneses como Tadao Ando, Toyo Ito o Shigeru Ban.

Para la mayoría, un día perfecto es algo desconocido o, a lo sumo, excepcional. Para Hirayama –interpretado con expresiva contención por el actor Koji Yakusho–, todos los días son perfectos. No porque vengan colmados de riquezas materiales, se inscriban en círculos de postín o se revistan de cualquier otro oropel. Lo son porque en ellos hace lo mejor que sabe la tarea que se ha asignado y aún guarda tiempo para nutrir sus sentidos mediante el disfrute de la naturaleza o del trabajo de escritores y músicos.

Hay otros mundos, pero están en este. Esta frase atribuida al poeta Paul Éluard, reflejo de viejas búsquedas románticas o surrealistas, tendentes a superar los límites de lo convencional, adquiere en la película de Wenders un sentido inverso, al invitarnos a redescubrir lo extraordinario en lo ordinario, a volver a lo esencial, cuestionando un presente acelerado y hueco, precisamente porque su exceso de contenidos los banaliza todos e impide centrarse en uno.

Se ha dicho que esta película recrea el cine de Ozu o Kurosawa y desprende una espiritualidad oriental. Es probable. Pero es también una propuesta con raíces en el estoicismo occidental, en autores como Séneca, que aconsejaba ante todo aprender a estar contento, y que nos pidiéramos las riquezas a nosotros mismos, no a la fortuna.

A algunos quizás les parezca una película sensiblera, santurrona. A otros les servirá para reformular su teoría del día perfecto: para asumir que, cuando el día perfecto se plantea como una excepción, la vida deja mucho que desear.

QOSHE - Teoría del día perfecto - Llàtzer Moix
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Teoría del día perfecto

7 37
21.01.2024

Wim Wenders reverdece laureles a los 78 años con la película Perfect days , ahora en cartel. La trayectoria del cineasta alemán ha sido irregular, porque brilló en su inicio en los setenta, con títulos como Alicia en las ciudades o El amigo americano, y luego decayó con otros que le granjearon fama de presuntuoso. Ahora, Perfect days vuelve a acreditar su talento como narrador fílmico. Es una película un poco larga –capricho del cine actual, tan extendido como cargante– y cuenta una historia poco glamurosa: el día a día de un limpiador de lavabos públicos de Tokio. Su rutina parece desprovista de interés, pero quizás suponga para algunos un descubrimiento vital.

Hirayama, el protagonista de esta película que encadena días perfectos, es uno de los 38 millones de habitantes de Tokio, la ciudad más poblada del planeta. Pese a lo cual, diríase que reside en un mundo particular. Vive solo, mantiene contadas relaciones sociales, habla lo mínimo y reparte su tiempo entre el trabajo, que ejecuta con pulcritud, a conciencia, y un ocio no........

© La Vanguardia


Get it on Google Play