Hay una España –y una Catalunya– que quiere pagar menos impuestos y otra que espera cobrar más subsidios. Ustedes ya adivinan a qué partidos vota cada una; pero ¿qué les reporta más votos a esos políticos cuando mandan: aumentar los subsidios o reducir el porcentaje de lo que tributamos?

Hasta ahora parecía que cuidar la España del subsidio era más rentable electoralmente que aliviar fiscalmente a la del sueldo, que ahora calcula: “Cada año trabajo gratis hasta junio para que se lo quede Hacienda”. Pero la demografía es el destino de los pueblos y está cambiando el de España.

En cada convocatoria electoral, la España del sueldo va siendo cada vez más numerosa que la del subsidio y menos abstencionista en las urnas. Por eso, el PSOE y las izquierdas van perdiendo comunidad tras comunidad.

Gracias al frenazo demográfico –¡es la demografía, listillo!–, el porcentaje del paro ha caído a menos de la mitad en los últimos diez años; y, aunque los sueldos sigan siendo bajos, los humanos hemos evolucionado para lamentar más lo que creemos que nos quitan hoy que lo que dejaríamos de ganar si nos despiden. Lo mismo sucede cuando se publica que en la comunidad autónoma vecina se paga menos IRPF o nada de impuesto de sucesiones. Y ese es uno de los secretos de las victorias de Ayuso en un Madrid donde la mayoría de los que van siempre a votar tienen piso o esperan heredarlo.

Acabamos sintiendo con el corazón lo que nos va contando el bolsillo hasta llevarnos ante las urnas. Y nos dice más pagar menos cuando cobramos hoy, que dejar de recibir si nos despidieran mañana.

Y es que, velis nolis , las condiciones materiales de nuestra existencia acaban determinando las ideológicas. Y el resto: carismas de líderes preclaros, amores a la patria u odios al foráneo o la Historia –nada más traidor que nuestra propia memoria– se van reajustando para reforzar el cuento que nos conviene.

Ahora va contando porcentajes de IRPF y su correlación con los votos.