Aún humillado, como catalán, padre y modesto profesor asociado, por el cerote que nos han puesto en las pruebas PISA, repaso en 25 años de entrevistas las lecciones de pedagogos y docentes para llegar a aprobar en las que vendrán:

1) El catedrático finés Timo Riiho (Finlandia obtuvo durante años la mejor calificación PISA de la OCDE y este año ha sido tercera de los 81 países evaluados) me dijo: “En Finlandia exigimos más que ustedes a quien quiere ser docente” (La Contra, 14/I/2012). A los maestros de primaria fineses se les requiere la licenciatura en Pedagogía y otra específica: Exactas, Física, Biología, Lingüística... Deben dominar, además del finés, el inglés y, en la región bilingüe, el sueco. Finlandia goza de un consenso que ha despolitizado su sistema educativo y aquí llevamos ocho reformas educativas desde 1980. (Riiho vino a dar una conferencia y se negó a que le pagaran el viaje, porque “también voy a hacer turismo”).

2) El ministro portugués de Educación (2011 al 2015) Nuno Crato (La Contra, 6/VI/2022) logró elevar a Portugal 44 puestos en el test Pisa...¿Pagando más a los profesores? ¿Dando más vacaciones? Al contrario: exigió más a alumnos y docentes bajo la premisa “Lo que no evalúas no mejora” con un programa estructurado y creciente –es matemático estadístico– de exigencia en conocimientos.

Y nos advirtió que no suspender a nadie –los que examinamos lo sabemos demasiado bien– es suspender a todos. Dejar de incentivar, exigir y evaluar por igual, como preconiza el buenismo comodón, es fomentar la desigualdad y restar oportunidades de ascenso a los pobres, puesto que los ricos ya tienen su escalera social privada para seguir siéndolo.

3) La exigencia es amiga de la excelencia y solo repartiéndola por igual se logra, como advirtió Antonio Gramsci, que los mejores, sea cual sea su origen (especialmente si son inmigrantes que nos brindan la oportunidad de la diversidad cultural), lleguen un día a servirnos a todos. Así que... ¡A empollar, examinarnos, ir más días al cole! O emigrar un día con un título inútil en el bolsillo a otro país que supo educar mejor. O a servirles cervezas a sus habitantes que vengan de vacaciones.