El ruido de la guerra no es una operación mediática sino un reflejo de los discursos oficiales. Primero llegan las palabras, los mensajes, la transgresión de las fronteras, el movimiento de tropas y el comienzo de un goteo de muertes sepultadas en el anonimato de las estadísticas. Desde hace dos años Rusia está en guerra contra Europa en las tierras de Ucrania. El presidente Macron ha pasado de mantener horas de conversación con Putin, después de haber despachado con él en aquella larguísima, distante y humillante mesa del Kremlin, a liderar un ardor guerrero contra Rusia que es seguido con cierta cautela por sus colegas de la OTAN. Olaf Scholz también se sentó en la mesa larga para persuadir a Putin de que detuviera la invasión.

El Kremlin, dominado por los servicios de seguridad herederos del KGB, sospechó que Europa no defendería a Ucrania durante mucho tiempo. Pensaba en una Europa blanda, cansada, incapaz de entrar en conflicto directo con tropas y armas rusas que pretenden, en nombre de Putin, recomponer el imperio perdido al explosionar la Unión Soviética en 1991.

Europa y los países de la OTAN han dado apoyo económico, político y militar a Zelenski. Pero sin comprometerse a desafiar en campo abierto a un Putin que solo aspira a una rendición de Ucrania para que vuelva a depender del Kremlin.

El presidente Putin no tiene oposición interna y la que le discute sus decisiones es aniquilada, se tira por los balcones o es enviada a los campos de internamiento en la extensa Siberia. Gana las elecciones por mayoría absoluta y no tolera las protestas de las miles de madres que han perdido a sus hijos en la guerra. El terrible atentado en Moscú ha mostrado su vulnerabilidad, sean cuales fueren los móviles y las personas o grupos que lo ejecutaron. Estamos en un punto en el que aún pudiendo evitar una nueva gran catástrofe en tierras europeas, nos encontramos con líderes envueltos en la fuerza expansiva de una retórica que escapa del control de los acontecimientos inesperados.

Hay confusión, temor y miedo en Europa porque el liderazgo occidental puede que no resista las tensiones interiores y exteriores. Rusia no ganará pero tiene la fuerza suficiente para condicionar la política global, tal como ha ocurrido en los últimos dos siglos, desde que Napoleón regresó derrotado y humillado de Moscú.

Ni Sunak es Churchill ni Macron es De Gaulle ni Biden es F.D. Roosevelt. Los tres resistieron con la palabra y con la valentía para convencer a sus pueblos de los peligros fatales de la victoria de Hitler.

Escribe Margaret MacMillan en sus reflexiones en torno a la última guerra mundial que Roosevelt “devolvió a los estadounidenses la confianza en sí mismos y les hizo confiar en el futuro, consiguiendo a la vez contener las muchas divisiones internas y cohesionar la sociedad de su país”.

Cuando los norteamericanos necesitaban confianza, él les dio optimismo en tiempos en los que los totalitarismos avanzaban en Europa y en Asia. Japón había invadido China, en la Unión Soviética, Stalin eliminaba a los disidentes y sus sombras, en Europa Hitler se paseaba por una Francia humillada y abría el frente del Este con la invasión de Polonia en coordinación con Stalin. Ni franceses, ni británicos ni norteamericanos ni la gran mayoría de europeos querían la guerra. El apaciguamiento ante Hitler en 1938 en Munich fue aplaudido por los que detestaban volver a las trincheras.

Cuando las bombas cayeron sobre Londres, los japoneses bombardeaban Pearl Harbour y Europa era ocupada por Hitler se consiguió la voluntad casi unánime de derrotar a un obseso por la guerra y por apoderarse de naciones ajenas.

Es la hora de la gran responsabilidad de los líderes que pueden y deben detener lo inevitable antes de que sea demasiado tarde. Ante la incertidumbre de las elecciones norteamericanas –permítanme la premonición de que no las ganará Trump–, es preciso agotar los medios para detener la escalada de la barbarie. Pero hay que estar preparados por si el conflicto se extiende. Aumentando las partidas de defensa y haciéndose a la idea de que están en juego las libertades. Decía Camus que las ideas equivocadas siempre acaban en un baño de sangre, pero en todos los casos es la sangre de los demás y por esta razón algunos de nuestros pensadores se sienten libres para decidir cualquier cosa. Los discursos no son inocuos.

QOSHE - Putin es vulnerable - Lluís Foix
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Putin es vulnerable

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27.03.2024

El ruido de la guerra no es una operación mediática sino un reflejo de los discursos oficiales. Primero llegan las palabras, los mensajes, la transgresión de las fronteras, el movimiento de tropas y el comienzo de un goteo de muertes sepultadas en el anonimato de las estadísticas. Desde hace dos años Rusia está en guerra contra Europa en las tierras de Ucrania. El presidente Macron ha pasado de mantener horas de conversación con Putin, después de haber despachado con él en aquella larguísima, distante y humillante mesa del Kremlin, a liderar un ardor guerrero contra Rusia que es seguido con cierta cautela por sus colegas de la OTAN. Olaf Scholz también se sentó en la mesa larga para persuadir a Putin de que detuviera la invasión.

El Kremlin, dominado por los servicios de seguridad herederos del KGB, sospechó que Europa no defendería a Ucrania durante mucho tiempo. Pensaba en una Europa blanda, cansada, incapaz de entrar en conflicto directo con tropas y armas rusas que pretenden, en nombre de Putin, recomponer el imperio perdido al explosionar la Unión Soviética en........

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