Un amigo que lleva años en París cuenta que entró en tres supermercados de Barcelona porque no podía creer que aquel fuera el precio del café. Ni de todo lo demás. Era más caro que en la capital francesa. Allí es chef en un pequeño restaurante de menú a 14 euros. Y todo ha subido, sí, pero a otro ritmo. Recuerdo mi época en una chambre de bonne minúscula con vistas a la torre Eiffel, en el 2002; envidiaba a la gente en las terrazas tomándose un café que no podía permitirme. Ahora aquí se quejan incluso los expats.

Mi amigo dice que el problema es que somos muchos. Respondo que somos muchos sin límites. A la edad de sus hijas, teníamos una tercera parte de los juguetes que tienen ellas. Nuestros padres no salían a cenar cada semana, no comían fuera cada día, ni se iban de fin de semana a Londres, ni veraneaban este año en Tailandia y el que viene en Los Ángeles.

Se nos ha enseñado a consumir. Se nos ha machacado con que los límites te los pones tú y puedes conseguir lo que quieras, que todo está al alcance con un clic y un crédito. Carecemos de formación a medio-largo plazo, como si el futuro no existiera o no tuviera interés. Mi amigo está pensando en mudarse con la familia, pero ha descartado el sur por la crisis climática.

Le digo que si en Barcelona no llueve antes de abril, habrá cortes de agua. Y supongo que protestaremos en redes, pero no sabremos hacer nada más porque no nos han educado para cerrar el grifo. Al contrario: tenemos integrado que merecemos seguir gastando; por libertad, bienestar o como quieras llamarlo. La previsión no existe. Es evidente que el tren del Maresme será inviable dentro de poco, pero ahí sigue, sin vía alternativa. Y por mucho que especulemos, nadie sabe qué pasará si no llueve los próximos dos años. Espero que me tranquilice con un “siempre tan tremendista”, como suele hacer cuando nos vemos. Pero esta vez me da la razón.

QOSHE - Cerrar el grifo - Llucia Ramis
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Cerrar el grifo

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13.12.2023

Un amigo que lleva años en París cuenta que entró en tres supermercados de Barcelona porque no podía creer que aquel fuera el precio del café. Ni de todo lo demás. Era más caro que en la capital francesa. Allí es chef en un pequeño restaurante de menú a 14 euros. Y todo ha subido, sí, pero a otro ritmo. Recuerdo mi época en una chambre de bonne minúscula con vistas a la torre Eiffel, en el 2002; envidiaba a la gente en las terrazas tomándose un café que no podía........

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