Los fines de semana entraban dos o tres periódicos en casa. Era cuando los suplementos aún pesaban. Los leíamos a la hora del aperitivo, antes de comer, en la sala de estar, todos juntos, cada uno una parte; luego las intercambiábamos. Comentábamos los artículos, discutíamos sobre un tema. O mi madre decía que esta vez no había entendido a Tal columnista, o mi padre se enfadaba con Cual político.

Así que, de pequeños, mis hermanos y yo teníamos algunas nociones de la actualidad. La radio por las mañanas, las noticias al mediodía y por la noche, los periódicos los fines de semana analizados de cabo a rabo, hacían que los nombres nos sonaran, y que nos sonaran los casos de corrupción, y las guerras que hubiera, y evidentemente los resultados del Mallorca y el Barça. Sin darnos cuenta, íbamos construyendo un espíritu crítico mientras aprendíamos a leer. A leer entre líneas, a leer más allá del titular, a elegir qué leer. Y también a exclamar: “Este periódico solo publica lo que queréis leer”.

Aquel espacio compartido ya no existe en la mayoría de las familias. Al margen de la nostalgia por cuando dábamos tiempo al tiempo, y le prestábamos atención al texto y a los demás (se la prestábamos, luego nos la devolvían, no nos llamaban la atención a gritos desde todos los flancos ni sentíamos que nos la robaban); al margen del romanticismo del papel, que daba consistencia al contenido, y de las crisis que afectan a la profesión y su prestigio; al margen de eso, el hábito de comentar el periódico apenas se contempla como factor clave en el desarrollo de la comprensión lectora.

Pero, por más reformas que se apliquen en el ámbito académico, y por más campañas que se hagan para fomentar la lectura, si desde la infancia no hay espacios compartidos en los que hablar del mundo más allá de los titulares, el mundo será difícil de leer. Podrá cuestionarse, eso sí; aun sin haber entendido nada.

QOSHE - Comprensión lectora - Llucia Ramis
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Comprensión lectora

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06.03.2024

Los fines de semana entraban dos o tres periódicos en casa. Era cuando los suplementos aún pesaban. Los leíamos a la hora del aperitivo, antes de comer, en la sala de estar, todos juntos, cada uno una parte; luego las intercambiábamos. Comentábamos los artículos, discutíamos sobre un tema. O mi madre decía que esta vez no había entendido a Tal columnista, o mi padre se enfadaba con Cual político.

Así que, de pequeños, mis hermanos y yo teníamos algunas nociones de la........

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