La imagen es angustiante: una gata con expresión de dolor abraza a su hijo aterrorizado entre unas ruinas que podrían ser de Gaza. Los comentarios son más sentidos que si en la foto hubiera personas. En tal caso, ni siquiera la habrían mirado; por horror, por vergüenza, para evitar que les sangren los ojos. Pero los gatitos despiertan compasión. Reflejan una realidad que no queremos ver. Ni siquiera son de verdad, aunque quien pone likes con el alma rota parece ignorarlo.

Facebook rebosa de imágenes hechas con inteligencia artificial que muchos usuarios (la mayoría de la generación boomer) aceptan como reales. Son los mismos que llevan años creyéndose las fake news, y algunos más. Se adentran en un campo de juego desconocido y cuyas normas están por establecer. La Conselleria d’Educació catalana quiere enviar, a docentes y centros, orientaciones sobre cómo incorporar la IA a las aulas para que no sea una amenaza sino una oportunidad. Pero, ¿con qué criterios?, ¿desde qué ángulo?, ¿con qué formación? La IA es un embrión y ni sus propios desarrolladores saben de qué es capaz.

Cuando estudié Periodismo, los últimos años antes del 2000, los profesores de la asignatura de Nuevas Tecnologías iban más perdidos que los alumnos en lo tocante a internet. Los niños de hoy se desenvuelven en redes, juegos interactivos y soportes intuitivos con mayor velocidad y destreza que cualquier adulto analógico. Dominan la mecánica y el lenguaje, sin cuestionar el fondo. La consellera Anna Simó dijo, en referencia al uso de móviles a edades tempranas: “Les dimos un Ferrari sin haberles enseñado a conducir”.

Nueva York denuncia a Facebook, Instagram y TikTok por ser un peligro para la salud pública y alimentar la crisis de salud mental juvenil. Sería más pertinente compararlo con el tabaco: les hemos dado de fumar sin pensar que podía ser perjudicial. A ver quién les quita la adicción, si los primeros enganchados somos quienes deberíamos dar ejemplo.

Microsoft invertirá casi dos mil millones de euros en España para impulsar la IA. Celebramos la noticia como abrazamos cualquier avance tecnológico sin un debate previo. ¿Cuál será el alcance? ¿Cómo se regulará? ¿Habrá límites? Y Educació, ¿cómo aplicará las recomendaciones sobre su uso sin aclarar estas cuestiones? ¿No sería preferible enseñar a leer, y de ahí, a pensar? Desde el ámbito artístico, hay varios proyectos hechos con IA, y me pregunto si no es tirarse piedras sobre el propio tejado. Ahora parecen innovadores, pero a la larga quizá queden desfasados, como cuando se puso de moda explorar el resultado de trabajar bajo los efectos del LSD.

Imaginemos que descubriéramos que ese libro que nos alucinó por su complejidad fuera fruto de algoritmos conducidos y retocados; que aquella imagen imposible sea la ejecución digital de una orden. Una cosa es utilizar la IA como herramienta técnica y otra, delegarle la creación. Vale para hacer transcripciones, pero no traducciones; sirve como maqueta modelo, pero no como redacción.

Varias librerías están devolviendo a las editoriales títulos que utilizan IA en la cubierta por quitar el trabajo a los ilustradores. El compositor Joan Magrané proponía articular un código ético por el que las instituciones culturales se declaren espacio libre de IA: el gremio “ya está suficientemente precarizado como para incentivar la sustitución banal con la excusa de ser rápida y barata”. No solo eso, añado: también protegería las maltrechas humanidades de tanta deshumanización.

QOSHE - Espacio libre de inteligencia artificial - Llucia Ramis
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Espacio libre de inteligencia artificial

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23.02.2024

La imagen es angustiante: una gata con expresión de dolor abraza a su hijo aterrorizado entre unas ruinas que podrían ser de Gaza. Los comentarios son más sentidos que si en la foto hubiera personas. En tal caso, ni siquiera la habrían mirado; por horror, por vergüenza, para evitar que les sangren los ojos. Pero los gatitos despiertan compasión. Reflejan una realidad que no queremos ver. Ni siquiera son de verdad, aunque quien pone likes con el alma rota parece ignorarlo.

Facebook rebosa de imágenes hechas con inteligencia artificial que muchos usuarios (la mayoría de la generación boomer) aceptan como reales. Son los mismos que llevan años creyéndose las fake news, y algunos más. Se adentran en un campo de juego desconocido y cuyas normas están por establecer. La Conselleria d’Educació catalana quiere enviar, a docentes y centros, orientaciones sobre cómo........

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