Todo el mundo va en manga corta. El sol primaveral hace trinar a los pájaros sobre las ramas de árboles sedientos. Una capa de contaminación cubre la ciudad, a los pies del parque, y sé lo que dirían mis amigos mallorquines si estuvieran aquí. Preguntarían qué hago yo aquí. O como repetía l’abuela: “Què se t’ha perdut a Barcelona?”.

Uno de esos amigos está nadando en cala Morlanda. Se secará sin necesidad de toalla, como si fuera mayo en lugar de febrero. Aunque, a lo mejor, a partir de ahora, los febreros serán­ siempre así y solo tendremos dos estaciones: primavera, verano, primavera, etcétera. Por la tarde, mi amigo y yo hablaremos, y comentaremos: esto está mal. El fin del mundo no debería resultarnos placentero. Porque entonces no tomaremos conciencia de lo que pasa. Tendríamos que ir abrigados, pasar calor, notarlo. Nos sentimos culpables porque son días agradables, pese a lo que significan y vaticinan.

La Tierra exclama: “¡Ya no sé cómo decíroslo!”. Y nosotros, que si un chapuzón, que si un paseo sin abrigo ni jersey, como si esto fuera temporal o estuviéramos de paso, turistas de nuestras vidas. Mi amigo y yo estamos enamorados de la Tierra, somos de esos raros. Su dolor nos duele. La tratamos lo mejor que sabemos; él mejor que yo y desde más cerca, porque es agricultor ecológico. Pero no siempre la escuchamos, quizá porque no nos escuchamos unos a otros con la atención necesaria.

Mallorca es el canario en la mina, es la prueba en el laboratorio, un extracto del futuro, un grito de auxilio en la caracola que te llevas a la oreja para oír el rumor del mar. Artistas, autores, científicos, llevan años traduciendo unas advertencias a las que no se hace demasiado caso. Pero la respuesta general es que escribimos todos el mismo libro, que ya cansamos con tanto tremendismo, que el mundo no está tan mal. Y ese es el problema: que ahora mismo se está demasiado bien.

QOSHE - La culpa del bienestar - Llucia Ramis
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La culpa del bienestar

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07.02.2024

Todo el mundo va en manga corta. El sol primaveral hace trinar a los pájaros sobre las ramas de árboles sedientos. Una capa de contaminación cubre la ciudad, a los pies del parque, y sé lo que dirían mis amigos mallorquines si estuvieran aquí. Preguntarían qué hago yo aquí. O como repetía l’abuela: “Què se t’ha perdut a Barcelona?”.

Uno de esos amigos está nadando en cala Morlanda. Se secará sin necesidad de toalla, como si fuera mayo en lugar de........

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