No nos reuníamos desde el 2017. Desde antes de que mi abuela materna muriera en el confinamiento y mi tía muriera el año pasado. Los madrileños llegaron en AVE y tuvieron problemas para alquilar la furgo de siete plazas. Los mallorquines llegaron en avión y también tuvieron problemas para alquilar el coche. Nos encontramos en la casa de Casserres, en medio de una nada bella y reseca. El sábado pareció que iba a llover en Berga, pero era por esa nube que se forma siempre sobre la ciudad; se disipó a media mañana sin que cayera una gota. En el súper, grupos de manifestantes repartían panfletos y llamaban al boicot porque la empresa abastece al ejército israelí, decían que somos cómplices del genocidio en Gaza.

Luego nosotros dos subimos a Queralt con unos amigos y el perro (atado) por Fumanya en mangas de camisa. Comimos en Els Roures – pèsols negres y trinxat amb rosta y botifarres del Berguedà y costillas y una paletilla de cordero gigante (las patates emmascarades se habían acabado)– y la sobremesa se hizo tan eterna para los niños como cuando lo éramos nosotros y nuestros padres nos llevaban a comer con sus amigos. Volvimos al súper porque recibí un watsap familiar diciendo que faltaba hielo, ajo y perejil. El hielo lo compramos en la gasolinera porque ya no quedaba. Luego me encontré al autor teatral Josep Maria Miró en la juguetería, y le pregunté –con aliento a alioli– si sabía si en Sant Esteve saldría el bus de las once a Barcelona, porque en el horario que me dieron en el bar de la estación ponía que sí, pero según la web de la compañía, no (también me advirtieron de que tendría que pagar en metálico y que, dependiendo del conductor, Bowie –un teckel de cuatro kilos– iría en el maletero). Charlamos un rato y nos felicitamos las fiestas.

Mientras comprábamos vinos en la Victòria, en Gironella, recibí otro watspp familiar. Faltaban cebollas, limones, cerillas, aperitivo y polvorones. Fuimos a otro súper, ya eran casi las ocho. Antes de cenar, jugamos a la ballena blanca, versión divertida del amigo invisible. Se robó una diana para disparar dardos mientras te sientas en el váter, una botella de Rioja, las conservas de Sants Ferments, Los días perfectos , de Jacobo Bergareche (Asteroide), y Un caballero en Moscú , de Amor Towles (Salamandra). Mi tío maño dijo que había leído­ ­ Matar el nervio (Segona Perifèria/Random House) y que Anna Pazos le recordaba a mí y a mis novios.

Los días siguientes pusimos y quitamos la gran mesa para dieciocho muchas veces. Cargamos y descargamos el lavavajillas, se hicieron más viajes al súper el domingo, comimos, los jóvenes jugaron a baloncesto y a fútbol (perro incluido), comimos, escuchamos un poema de Casasses, Papá Noel llegó justo cuando los niños daban una vuelta de noche para ver si esas luces en el cielo eran los Starlink o los trineos, si lo que oíamos eran cascabeles o cencerros. Hicimos una barbacoa en Navidad. Y comen y beben y vuelven a beber, los parientes felices no paran de comer. La convivencia era tan fluida y colaborativa que no hubo conflictos. Hasta el punto de que, para evitar discusiones, el encargado de las tortillas de patata (el día antes) hizo una con cebolla y otra sin. Y resultó que todo el mundo la quería con cebolla.

Al final me llevaron en un coche-Tetris lleno de sobras y regalos hasta el FGC de Manresa. Dediqué la hora y media del viaje a leer Casada i callada, de Emma Zafón (Empúries). Ahora en el watsap familiar hay mensajes de amor, agradecimiento y felicidad. Y ojalá esta alegría dure mucho tiempo y no vuelvan a pasar seis años para reunirnos. Y llueva antes.

QOSHE - La fiesta en paz - Llucia Ramis
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La fiesta en paz

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29.12.2023

No nos reuníamos desde el 2017. Desde antes de que mi abuela materna muriera en el confinamiento y mi tía muriera el año pasado. Los madrileños llegaron en AVE y tuvieron problemas para alquilar la furgo de siete plazas. Los mallorquines llegaron en avión y también tuvieron problemas para alquilar el coche. Nos encontramos en la casa de Casserres, en medio de una nada bella y reseca. El sábado pareció que iba a llover en Berga, pero era por esa nube que se forma siempre sobre la ciudad; se disipó a media mañana sin que cayera una gota. En el súper, grupos de manifestantes repartían panfletos y llamaban al boicot porque la empresa abastece al ejército israelí, decían que somos cómplices del genocidio en Gaza.

Luego nosotros dos subimos a Queralt con unos amigos y el perro (atado) por Fumanya en mangas de camisa. Comimos en Els Roures – pèsols negres y trinxat amb rosta y botifarres........

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