El lunes fue blue monday, supuestamente el día más triste del año. Pero todo el mundo estaba más enfadado que triste. Con el Barça, o en Twitter, en las tertulias, al volante. Hace tiempo que da esa impresión: el cabreo se extiende mientras la tristeza se evita. Quizá sea porque cuesta permitirse estar triste, desde pequeños nos dicen que no lo estemos. También afecta la irritante tiranía de la felicidad. De adultos, enfadarse se relaciona más con la lucidez (¿creen que somos tontos o qué?). Y llorar, con la vulnerabilidad y la derrota.

Es decir: la indignación exige acabar con algo considerado injusto e intolerable. En cambio, la pena lo asume, pide comprensión y ayuda. Ambas responden al dolor. La ira suele ser destructiva si no es capaz de cambiar las cosas, y la tristeza se sublima a través de la creación, así puede convertirse en belleza. Es más fácil escribir triste que enfadado, y el texto envejecerá mejor porque trasciende. Pero con la tristeza no harás la revolución. Además da vergüenza. Y miedo, a ver si no dejarás de estar triste nunca y padeces desconsuelo eterno. Mejor mostrarse fuerte; nada peor que la autocompasión.

Pero estar triste no significa ser triste. Y el problema de no sentir lo que toca cuando toca es que las emociones se pervierten y transforman –en hiperactividad, histrionismo– y entonces, pam, aparecen la ansiedad y la depresión. Existen pastillas para que seas funcional y productivo, lo cual no implica que curen el alma.

La tristeza da información sobre el entorno y es una forma de reflexión. A mí me costó décadas (y trabajo) entenderlo; antes perdía la cabeza de cólera cuando se me rompía el corazón. Ahora reconozco las cosas tristes, sé que el sentimiento acabará pasando, y ya no me enfado. Y eso que la rabia es más contagiosa que la pena. El ambiente está caldeado. Pero es normal: no llora ni siquiera el cielo desde hace tres años.

QOSHE - No estés triste - Llucia Ramis
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No estés triste

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17.01.2024

El lunes fue blue monday, supuestamente el día más triste del año. Pero todo el mundo estaba más enfadado que triste. Con el Barça, o en Twitter, en las tertulias, al volante. Hace tiempo que da esa impresión: el cabreo se extiende mientras la tristeza se evita. Quizá sea porque cuesta permitirse estar triste, desde pequeños nos dicen que no lo estemos. También afecta la irritante tiranía de la felicidad. De adultos, enfadarse se relaciona más con la lucidez (¿creen........

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