Buena parte de lo que escribo surge de un paseo. Es uno de los mejores momentos del día. Él corre tras la pelota hasta que algo le llama la atención entre las adelfas, o simplemente olfatea –delicado y curioso– una parkinsonia reseca, o un rosal que ha florecido a destiempo. Nos cruzamos con los habituales. Saludamos al vecino de calle y a sus viejas pastoras en plena forma, y a la mujer que educa a un cachorro juguetón, y a dos amigas que van siempre juntas. Bowie les ladra aunque ya se conozcan.

No lo habría adoptado si no hubiera un parque grande al lado de casa. Por las mañanas está casi vacío, sobre todo en horario lectivo: hay jubilados que pasean con el perro, freelances que hacen llamadas sentados en un banco con el perro a los pies, y dan indicaciones a algún turista que cree que por aquí se llega al Park Güell. La nueva normativa no les gusta ni a ellos ni a quienes no tienen perro. Porque, de repente, los hay sueltos en puntos muy transitados de la ciudad, mientras que aquí pueden ir sin correa seis horas al día (que no son las de menor afluencia) solo en una área muy restringida que no da para pasear. En los escasos cien metros que separan el pipi-can de esa área, es obligatorio atarlos, aunque en el parque no haya nadie por las mañanas.

Parece una medida tan poco eficaz como la de multar a las personas no recogen sus excrementos y permiten que orinen en las fachadas. Y mucho menos justificable. Si no es con afán recaudatorio, ¿qué sentido tiene penalizar con cien euros o más a quien lleve un perro suelto por la playa de noche en invierno, por ejemplo, o por un parque sin gente, si no hacen destrozos, ni hay incivismo, ni provocan molestias, ni comporta un peligro? ¿No es estigmatizador? Son preguntas que se oyen estos días a la hora del paseo. Las apunto mentalmente mientras Bowie tira desde el extremo de la correa extensible, que se le queda corta.

QOSHE - Paseo con perro - Llucia Ramis
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Paseo con perro

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27.12.2023

Buena parte de lo que escribo surge de un paseo. Es uno de los mejores momentos del día. Él corre tras la pelota hasta que algo le llama la atención entre las adelfas, o simplemente olfatea –delicado y curioso– una parkinsonia reseca, o un rosal que ha florecido a destiempo. Nos cruzamos con los habituales. Saludamos al vecino de calle y a sus viejas pastoras en plena forma, y a la mujer que educa a un cachorro juguetón, y a dos amigas que van siempre juntas. Bowie les........

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