John F. Kennedy declaró en un discurso dirigido a los estudiantes: “El ciudadano educado sabe que solo un pueblo instruido e informado puede ser libre y que, en democracia, la ignorancia de un votante nos pone en peligro a todos”. Kennedy se habría llevado una desagradable sorpresa viendo que un tercio de los ciudadanos de EE.UU. son políticamente ignorantes y dan respuestas erróneas o no responden a dos terceras partes de las preguntas en todas las encuestas sobre conocimientos políticos, tal como explica Peter Burke, catedrático emérito de Historia Cultural en Cambridge, en su libro Ignorancia. Una historia global.

Sorprende que Donald Trump pueda regresar a la Casa Blanca, cuando se trata del primer expresidente imputado por delitos federales. En total, son 91 cargos penales, entre los que figuran algunos tan graves como la obstrucción de la justicia, la violación de la ley de espionaje o el intento de revertir su derrota electoral. Mark Twain ya dijo que todos somos ignorantes, pero unos más que otros. Pero nada de todo eso parece hacer mella en el electorado de Trump, aunque sí en su bolsillo. Sus pleitos y condenas le están costando una fortuna. Esta semana ha tenido que depositar 175 millones de fianza por una sentencia civil por fraude.

Su última ocurrencia para conseguir fondos es vender biblias a 60 dólares. Trump ha instigado a sus seguidores a comprar su biblia patriótica, aprovechando la Semana Santa. Es un ejemplar que incorpora al texto religioso la Declaración de Derechos, la Declaración de Independencia, el Juramento de Lealtad e incluso la letra de la canción que le dedicó el cantante de country Lee Greenwood. La Biblia del expresidente se anuncia como “la única respaldada por el presidente Trump”, lo que no deja de ser un acto de megalomanía.

Investido como candidato republicano, es el presidente que ha dicho más mentiras de la historia del país: 30.000 según The Washington Post. Ahora vende biblias, cuando hay 25 versículos en su texto contra el mentiroso. El presidente James Madison, uno de los redactores de la Constitución, proclamó que el conocimiento siempre gobernará por encima de la ignorancia. Seguramente pecó de exceso de optimismo.