Yuval Noah Harari escribe en Homo Deus : “No hay animal que pueda medirse con nosotros, no porque carezca de alma o mente, sino porque carece de la imaginación necesaria”. Recorriendo el Mobile World Congress, al visitante se le abren los ojos y la boca como a la Medusa de Caravaggio o al hombre que grita de Munch. Sorprende ver a robots humanoides que nos siguen con la mirada, responden a nuestras preguntas o bailan al ritmo de la música que les ponemos. Contemplar perros robotizados que desbordan afecto y brincan al vernos. O incluso descubrir coches voladores que nos permitirán huir de los atascos, despegando o aterrizando en vertical. Por no hablar de anillos que nos lo dicen todo sobre nuestra salud, móviles tan flexibles como para convertirlos en pulseras u ordenadores portátiles con pantallas transparente. El Mobile es el mayor escaparate de tecnología del planeta, un viaje al futuro desde nuestro presente cada vez más acelerado.

Pero detrás de este festival de gadgets, a cual más fascinante, con la inteligencia artificial (IA) como denominador común, surge la duda de si todo esto nos llevará al mejor de los mundos posibles o si por el camino perderemos nuestra privacidad (o lo que nos queda de ella), nuestra capacidad de decidir o nuestro sentido ético.

Hace apenas unos meses, más de trescientos científicos especializados en IA advirtieron al mundo de que esta tecnología suponía un riesgo para la especie humana y que mitigar sus peligros debería ser una prioridad mundial. Sin embargo, el planeta vive una carrera hacia ninguna parte, en que nuestra capacidad de preocuparnos está bloqueada por nuestra disposición a asombrarnos.

No se trata de oponernos a nada, sino de intentar controlarlo todo. O como decía el columnista estadounidense Sydney J. Harris: el problema no es que las computadoras empiecen a pensar como los hombres, sino que los hombres comienzan a pensar como las computadoras.

No me imagino ese futuro de taxis volantes que sortean los atascos, ni de perros autómatas que no salgan a la calle, ni de robots que nos saquen a bailar cuando suene nuestra canción favorita. Pero igual es divertido, sobre todo si el planeta aguanta.

QOSHE - Rumbo a lo desconocido - Màrius Carol
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Rumbo a lo desconocido

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28.02.2024

Yuval Noah Harari escribe en Homo Deus : “No hay animal que pueda medirse con nosotros, no porque carezca de alma o mente, sino porque carece de la imaginación necesaria”. Recorriendo el Mobile World Congress, al visitante se le abren los ojos y la boca como a la Medusa de Caravaggio o al hombre que grita de Munch. Sorprende ver a robots humanoides que nos siguen con la mirada, responden a nuestras preguntas o bailan al ritmo de la música que les ponemos. Contemplar perros robotizados que desbordan afecto y brincan al vernos. O incluso........

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