Uno de los grandes mitos del mundo del fútbol ha sido Bill Shankly, que fue jugador y entrenador del Liverpool, y que se manejaba tan bien con el balón como con las palabras. Entre las frases que han quedado para la historia figura esta: “El problema de los árbitros es que conocen las reglas, pero no el juego”. La he recordado leyendo el documento de nueve páginas de Vicente Guilarte, presidente del Consejo General del Poder Judicial, en que justifica su abstención en el pleno que abordó la legalidad de la amnistía, cuando tenía encima de la mesa dos informes opuestos: uno a favor de la ley, redactado por la vocal Mar Cabrejas, del sector progresista, y otro en contra, aportado por Wenceslao Olea, vocal del sector conservador.

Vicente Guilarte

Guilarte, que es presidente interino, resulta ser de los árbitros que no solo conocen las reglas, sino también el juego, pues se ha abstenido dando la razón a la derecha, que es quien lo ha promovido.

La abstención de Guilarte es un brindis al sol. ¿Qué dice el presidente en funciones del CGPJ? Pues que, a diferencia de todas las leyes de amnistía que se conocen, esta es una medida de gracia que contiene contrapartidas políticas, niega que la amnistía pueda ser una moneda de cambio para conseguir una mayoría parlamentaria y rechaza que la norma tenga como finalidad alcanzar la pacificación política y convivencia en Catalunya.

Pero lo más singular es cuando el magistrado desarrolla una parábola moral, al comparar la concesión de la amnistía con la donación de un riñón: “Puede donarse gratuitamente un riñón, pero no a cambio de precio. De igual manera no cabría indultar, y menos aún amnistiar, a cambio de una prestación onerosa”.

Costará que la amnistía salga adelante, aunque seguramente se impondrá. Pero no se han hecho las cosas bien, pues ni ha habido pedagogía por parte del Gobierno, ni el independentismo ha querido moderar su discurso. La neutralidad de Guilarte es la del árbitro que conoce por igual el reglamento y el juego. Lo que no se entiende es su abstención, cuando se trata de un ataque frontal e implacable contra la amnistía. O quizás sí.