En pocos minutos escucho la misma frase en tres lenguas. En el bar donde sorbo un cortado, un mensaje de voz perturba el silencio. Los pocos parroquianos levantamos la vista del diario cuando lo oímos, rematado por un “te quiero mucho” estridente. Ya en la calle, pesco a una madre que arrastra a un niño y con la otra mano sostiene el móvil para proclamar con entusiasmo de líder sindical “t’estimo molt”. A tres esquinas dos adolescentes se despiden con grandes aspavientos y unos melódicos “love you” de ida y vuelta. Tanto amor verbalizado en pleno diciembre me agobia. ¿Será culpa del cambio climático?

Recuerdo que, justo antes de la pandemia, tuve que apelar a la antigua magia de Twitter para resolver la tendencia poliamorosa de mi ordenador. Cada vez que tecleaba las letras tem- el teclado predictivo completaba “T’estimo molt”. Con los correos y con las aplicaciones de Twitter o WhatsApp. Si me percataba tarde luego me veía obligado a escribir una rectificación sin zaherir. La gota que colmó el vaso fue un correo tenso por un conflicto con una aseguradora. No me di cuenta de que un tema tecleado mutó en un t’estimo molt extemporáneo. Resultó que el sistema operativo en catalán venía ya –lo vi en la subcarpeta Teclado de las Preferencias– con tres atajos que sustituían pq por perquè y TEM o TM por T’estimo molt .

El énfasis educativo, en principio razonable, sobre la importancia de verbalizar las emociones también puede provocar inundaciones tras años de sequía pertinaz. En las palabras de amor, como en las palabrotas, la repetición abarata el mensaje. Lo banaliza. El título que popularizó Montserrat Roig Dime que me quieres aunque sea mentira podría tener una segunda parte titulada No me digas tanto que me quieres aunque sea verdad .

QOSHE - No me lo digas tanto - Màrius Serra
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

No me lo digas tanto

3 0
04.12.2023

En pocos minutos escucho la misma frase en tres lenguas. En el bar donde sorbo un cortado, un mensaje de voz perturba el silencio. Los pocos parroquianos levantamos la vista del diario cuando lo oímos, rematado por un “te quiero mucho” estridente. Ya en la calle, pesco a una madre que arrastra a un niño y con la otra mano sostiene el móvil para proclamar con entusiasmo de líder sindical “t’estimo molt”. A tres esquinas dos adolescentes se despiden con........

© La Vanguardia


Get it on Google Play