La historia de las civilizaciones es, casi siempre, una suma de infinitos eventos poco trepidantes, nunca es una novela de Tolkien. Otra cosa es su narrativa, que prioriza hechos dramáticos, tipo cargas de caballería, o explicar historias lógicas con un principio y un final. En general, la historia más leída evita indagar en los procesos evolutivos lentos, que son los que a menudo generan los cambios. Nadie quiere mirar cómo crece un árbol. Así, por ejemplo, hace cuatro mil años los mesopotámicos inventaron una tecnología sorprendente, fue un proceso lento y accidental del que se habla poco: inventaron una máquina del tiempo.

La tecnología que crearon permite teletransportar conocimiento a través del tiempo y el espacio y lo hace de forma absurdamente barata. La máquina del tiempo es, claro está, la escritura. Con esto y pese a que nos separen miles de años, sabemos exacta y directamente lo que nos transmitieron Platón, Tucídides, Livio y otras pléyades, al menos hasta donde su dominio de esta tecnología les permitía.

Escribir bien no es fácil, el escritor es un velocista que dedica años de esfuerzo para correr carreras de cinco minutos. También tiene sus misterios: para escribir un buen libro hay tres normas, el problema es que nadie sabe cuáles son. El gran ensayista George Orwell recopiló las normas para escribir bien: eliminación de palabras superfluas, usar solo metáforas y tropos inéditos (i.e. los invitados inesperados son los que recordamos), no usar reflexivos y favorecer frases cortas. Triangulando el círculo, Orwell no cumplió sus normas en la exposición de sus normas.

Todo esto es importante cuando se quiere transmitir información o ideas. Cuando se quiere acordar ideas no tanto, a menudo es más útil utilizar términos que permitan a las partes entender lo que prefieren para luego desarrollar los significados según los acontecimientos, las fuerzas y las necesidades. Así ocurre en la primera gran Constitución democrática, la americana, y en multitud de documentos posteriores incluyendo textos religiosos, propósitos empresariales y eslóganes comerciales.

Recientemente, se ha creado una tecnología que escribe sorprendentemente bien, al menos en inglés, castellano, catalán y varios lenguajes de código, es la inteligencia artificial (IA) generativa. Es un brontosaurio: para vivir ha de ingerir inmensas cantidades de datos y energía. Generará cambios difíciles de anticipar. Recordemos que la aparición de la escritura sirvió para registrar acuerdos comerciales, fijar leyes, inventariar y crear la prosa, poesía y cartas y eventualmente fue el raíl que nos llevó a la ciencia, la diplomacia, los estados y los ejércitos.

¿Adónde nos llevará la IA? Es difícil saber. Recordemos que no hay que tener miedo a las nuevas ideas, hay que temer las viejas. No parece que vaya a afectar a la política, al menos directamente, ya que los escritos políticos son puntos de encuentro, no resúmenes de bases de datos. Sí impactará en el mundo de la seguridad. La IA, generativa o no, eventualmente permitirá la construcción de drones, blin­dados, buques y robots de funcionamiento inte­ligente coordinado y autónomo, sin necesidad de personas. Si es así, los países tecnológicamente más avanzados, como hoy los occidentales, serán mucho más poderosos que el resto. Ante toda esta complejidad, ¿podemos estar seguros de que será así? Pues habría que decir aquello de: me niego a contestar la pregunta porque no sé la respuesta. Para saberlo habría que viajar en el tiempo.

QOSHE - Países bajo la nueva máquina del tiempo - Marc Murtra
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Países bajo la nueva máquina del tiempo

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22.11.2023

La historia de las civilizaciones es, casi siempre, una suma de infinitos eventos poco trepidantes, nunca es una novela de Tolkien. Otra cosa es su narrativa, que prioriza hechos dramáticos, tipo cargas de caballería, o explicar historias lógicas con un principio y un final. En general, la historia más leída evita indagar en los procesos evolutivos lentos, que son los que a menudo generan los cambios. Nadie quiere mirar cómo crece un árbol. Así, por ejemplo, hace cuatro mil años los mesopotámicos inventaron una tecnología sorprendente, fue un proceso lento y accidental del que se habla poco: inventaron una máquina del tiempo.

La tecnología que crearon permite teletransportar conocimiento a través del tiempo y el espacio y lo hace de forma absurdamente barata. La máquina del tiempo es, claro está, la escritura. Con esto y pese a que nos separen miles de años, sabemos........

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