Creíamos que se había acabado para siempre. Que nos habíamos liberado al fin de esos besos de rigor a conocidos que querríamos no conocer y, peor, a desconocidos que sería mejor no haber conocido nunca. Ilusos. Pensábamos que valía con una sonrisa, con una leve inclinación de cabeza. Que con ser educado sin la obligación de ceder o ganar centímetros e intimidad sobraba.

Pero seguimos igual. Besándonos en las dos mejillas como si la pandemia no nos hubiera enseñado nada. Empezamos ofreciendo la derecha en el difícil ejercicio de apenas rozar la de la persona a besar (o besadora) para así no impactar con excesiva fuerza y recular a tiempo (con microsegundos basta) para repetir la operación en el otro lado. Todo sin quedar ni muy lejos, ni demasiado cerca. No es fácil. Si avanzas menos de lo previsto apartándote del objetivo en exceso, es que vas de pijo, de superior, de listo. Si te pasas transformando el intento de beso en porrazo eres provocador, ordinario. Si alargas el tiempo, plantas o te plantan los labios, si se tropiezan a la vuelta las caras... ¡buf!, eso mejor ni hablarlo.

Deberíamos encontrar recambio para esos dos besos con examen de personalidad incorporado y puede que de contagio (pero ¿cómo?, ¿cuál?, ¿torciéndose hacia adelante como los japoneses?, ¿avanzando la mano a sabiendas de que el apretón aporta más bacterias aún?, ¿abrazando al pobre desconocido como te pasará si haces amigos en Dinamarca o Lituania?), que suelen convertirse en tres besos cuando tu interlocutor es holandés o suizo; cuatro si el contrario creció en Nantes y cinco si el besador-besado es de ese 18% de los corsos que así lo hacen. No puede ser más complicado. Además, ¿quién besa a quién y quién empieza?, ¿mujer besa a mujer?, ¿mujer a hombre?, ¿hombre a mujer?, ¿hombre a hombre?, ¿agénero a agénero? Dejémoslo.

¡Los Tinarat pueden hacerlo por todos nosotros! Es la pareja que el 13 de abril del 2013 se marcó un beso de casi 59 horas –de Guinness, claro– y la culpable de que hoy se celebre el día internacional del asunto. Corresponsables pues, los Tinarat, de que a estas alturas aún tengas que saludar así a tantísima gente que te importa un bledo.

QOSHE - Besando a desconocidos - Margarita Puig
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Besando a desconocidos

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13.04.2024

Creíamos que se había acabado para siempre. Que nos habíamos liberado al fin de esos besos de rigor a conocidos que querríamos no conocer y, peor, a desconocidos que sería mejor no haber conocido nunca. Ilusos. Pensábamos que valía con una sonrisa, con una leve inclinación de cabeza. Que con ser educado sin la obligación de ceder o ganar centímetros e intimidad sobraba.

Pero seguimos igual. Besándonos en las dos mejillas como si la pandemia no nos hubiera enseñado nada. Empezamos ofreciendo la derecha en el difícil ejercicio de apenas........

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