El martes 7 de noviembre del 2000 hacía un frío pelón en Washington. Apostados en una terraza frente a la Casa Blanca, unas decenas de periodista intentábamos adelantar quién sería el nuevo presidente de Estados Unidos: el demócrata y vicepresidente Al Gore o el republicano y gobernador George W. Bush, aspirantes al trono que dejaba vacante Bill Clinton. Pasaban las horas y las encuestas no se atrevían a dar el nombre del vencedor porque los decisivos 25 votos electorales de Florida bailaban de uno a otro candidato. Ya de madrugada y al borde de la hipotermia, abandonamos toda esperanza. Por primera vez en la historia reciente, los norteamericanos se iban a la cama sin saber quién sería su presidente y el país entraba en un terreno jurídico desconocido.

Treinta y cinco días después de los comicios, un puñado de votos, 537 papeletas, decantaron la victoria del lado de Bush jr. en una oscura decisión del Tribunal Supremo. Han pasado 24 años y la última instancia judicial vuelve a tener la llave de las presidenciales. Dos estados, Maine y Colorado, han impugnado la candidatura de Donald Trump, porque alentó la insurrección contra el Capitolio tras los comicios del 2020 que perdió frente a Joe Biden. La evidencia de los hechos probados es tan incontestable que la duda ofende. Trump instó, promovió y convocó a la turba contra el Parlamento con el propósito de evitar la confirmación de su adversario y, por tanto, subvertir la voluntad popular con un golpe de Estado.

La 14.ª enmienda veta para cargo público cualquier funcionario que haya instado una insurrección contra la república. Exactamente lo que hizo Trump. Pero, a pesar de ello, es altamente improbable que el Supremo lo aparte de la carrera presidencial. Trump puede ser un mentecato, pero maneja el sistema como nadie. Durante su presidencia nombró tres jueces del Supremo de obediencia contrastada, lo que elevaba a seis el bando conservador frente a los tres progresistas. Para colmo, dos de los elegidos formaron parte del equipo jurídico de Bush en su litigio contra Al Gore. Trump afronta con cartas marcadas, odio y venganza el embate final hacia la Casa Blanca, un cóctel letal en un año en que la democracia se pondrá a prueba en medio mundo.

QOSHE - Un Supremo marcado por Trump - Ramon Rovira
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Un Supremo marcado por Trump

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07.01.2024

El martes 7 de noviembre del 2000 hacía un frío pelón en Washington. Apostados en una terraza frente a la Casa Blanca, unas decenas de periodista intentábamos adelantar quién sería el nuevo presidente de Estados Unidos: el demócrata y vicepresidente Al Gore o el republicano y gobernador George W. Bush, aspirantes al trono que dejaba vacante Bill Clinton. Pasaban las horas y las encuestas no se atrevían a dar el nombre del vencedor porque los decisivos 25 votos electorales de Florida bailaban de uno a otro candidato. Ya de madrugada y al borde de la........

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