En medio de un alud de definiciones pomposas y maximalistas, el periodista y poeta inglés John Betjeman describió sin ambages lo que era su país: “¡Nuestra nación representa democracia y buen alcantarillado!”. Democracia es poder votar (echar a los que nos desagradan) y respetar el Estado de derecho, que nos hace a todos iguales. A base de bofetadas parece que los españoles finalmente lo vamos aprendiendo.

Buen alcantarillado, sin embargo, es más alegórico. Tiene que ver con una administración austera, ágil y, sobre todo, eficaz. Después de una década de brindis al sol, parece que por fin volvemos a pensar en tener los pies en el suelo. Porque después del informe PISA­, del previsible colapso de infraestructuras y de la que se nos viene encima con la sequía, dos cosas parecen claras: tener malos gobiernos tiene consecuencias y, en segundo lugar, especialmente en los asuntos públicos, son pocos los que gritan y muchos los que callan. Estaría bien no olvidarlo.

Tener malos gobiernos tiene consecuencias. ¡El Govern no es culpable de que no llueva! Pero sí lo es de que la sequía nos coja mal preparados. En pocos días vamos a entrar en la fase de emergencia. En el área metropolitana se consumen 500 millones de litros de agua al día. Si no llueve, en junio se necesitarán 12 barcos diarios para satisfacer la demanda. Aparte de las limitaciones técnicas de la medida, el precio del agua puede llegar a triplicarse. En el 2008 ya se tuvo que organizar una solución similar. Tuvo un coste de 50 millones y al final no sirvió por nada. El primer barco consignado no pudo abastecer a la población porque el agua apestaba a pintura. Afortunadamente llovió. Desaladoras, agua regenerada e interconexión de redes garantizarían el suministro. ¿Seremos capaces de hacerlo?

El Govern tampoco es culpable del cambio climático, pero sí lo es de que Catalu­nya sea la última comunidad en producción de renovables y que haya pasado de exportadora a importadora de energía. Como tampoco lo es de la inmigración africana en Europa, pero sí de las muertes consecuencia de su gestión. En el año 2023, 6.618 personas perdieron la vida en su viaje hacia la tierra prometida. Cerca de 400 eran niños. ¡Por favor!

Pocos son los que gritan y muchos los que callan, nos recuerda Gregorio Luri que escribió Jaume Balmes. Se ha visto en relación con la posible ampliación del aeropuerto, a propósito de Rodalies, la con­tinuación de la B-40 o la supresión de peajes en la autopista. Más allá de las buenas intenciones, el caso es que, de pancarta en pancarta, la toma de decisiones se eterniza.

Ampliación del aeropuerto. Hay un dato claro: con cerca de 50 millones de pasajeros y 50 conexiones intercontinentales, el aeropuerto, con sus terminales y pistas, llega al límite de su capacidad. Acreditado el atractivo de Barcelona a escala planetaria y definido el modelo de ciudad, es hora de que las autoridades tomen las decisiones necesarias para que esta infraestructura siga siendo útil para ciudadanos y empresas­. En la discusión, que ya dura demasiado, dos limitaciones parecen incuestionables: los vecinos de Gavà Mar y de Castelldefels Platja tienen que poder vivir con un ruido nunca superior a los 60 decibelios. Y en segundo lugar, la posible ampliación de la tercera pista no puede afectar al Remolar. No parece tan difícil.

Traspaso de Rodalies: un acuerdo histórico que tiene que suponer el traspaso de 209 estaciones y más de 1.200 kilómetros de vías. Y lo que es más importante, la asunción del desafío de encarar una gestión con los estándares de mínima fiabilidad y confort. En el año 2022 cuatro de cada cinco días el servicio sufrió incidencias en forma de retrasos graves. Los acuerdos entre ERC y PSC, esos sí, muy tangibles, son un rayo de esperanza. ¡Ya lo veremos!

B-40. En el año 2023 nos dejó firmados los protocolos para seguir las obras entre Terrassa, Sabadell y Castellar del Vallès, aparte de transferir 914 millones para encomendar la gestión de varias obras. ¿Vamos allá?

Gratuidad de las autopistas. La AP-7, con 15 muertos en el 2023, se ha convertido, a pesar de las restricciones de velocidad, en la carretera más peligrosa de Catalunya. Habernos pasado por el forro la recomendación europea del pago por uso y por contaminación ha tenido sus consecuencias. La mejor vía de altas prestaciones que teníamos se ha convertido en una carreterilla de mala muerte (sic). ¿Hasta cuándo?

¡Exijamos buen alcantarillado, porque si no, con todos los respetos, tendremos que ejercer la democracia!

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Democracia y buen alcantarillado

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24.01.2024

En medio de un alud de definiciones pomposas y maximalistas, el periodista y poeta inglés John Betjeman describió sin ambages lo que era su país: “¡Nuestra nación representa democracia y buen alcantarillado!”. Democracia es poder votar (echar a los que nos desagradan) y respetar el Estado de derecho, que nos hace a todos iguales. A base de bofetadas parece que los españoles finalmente lo vamos aprendiendo.

Buen alcantarillado, sin embargo, es más alegórico. Tiene que ver con una administración austera, ágil y, sobre todo, eficaz. Después de una década de brindis al sol, parece que por fin volvemos a pensar en tener los pies en el suelo. Porque después del informe PISA­, del previsible colapso de infraestructuras y de la que se nos viene encima con la sequía, dos cosas parecen claras: tener malos gobiernos tiene consecuencias y, en segundo lugar, especialmente en los asuntos públicos, son pocos los que gritan y muchos los que callan. Estaría bien no olvidarlo.

Tener malos gobiernos tiene consecuencias. ¡El Govern no es culpable de que no llueva! Pero sí lo es de que la sequía nos coja mal preparados. En pocos........

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