Cuando, en plena pandemia, Donald Trump o Jair Bolsonaro negaron categóricamente la bondad de las vacunas para prevenir los peores efectos de la covid, ¿estábamos ante unos locos, unos cínicos o simplemente ante unos ignorantes? Cuando Adolf Hitler ordenó invadir Polonia en 1939 o cuando Putin ha hecho lo propio con Ucrania, ¿sus decisiones encarnaron las aspiraciones de un pueblo o simplemente una delirante ambición desmedida? Cuando, aquí en Catalunya, durante el procés, personajes como Clara Ponsatí –por citar tan solo una de las líderes más extravagantes– defendieron declarar la inde­pendencia y fiarlo todo a la presunta protección de los rusos, de la internacional judía o de los extraterrestres, ¿estaban en sus cabales o simplemente quedaron presos de una alucinación transitoria?

No es fácil dirimir cuándo estamos ante un loco o simplemente cuando tropezamos con un cuerdo que por interés simula serlo. Este es el dilema que planteó Eduardo Mendoza con respecto a Alonso Quijano, en su discurso de recepción del premio Cervantes, allá por el 2017. “Alguna vez me he preguntado si Don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque esta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que Don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza”.

No hay que descartar que gran parte de los males que nos acechan tengan que ver no tanto con la locura de algunos de nuestros líderes sino con nuestra propia cordura e incapacidad de creer verosímiles sus elucubraciones y propuestas. Pienso en Carles Puigdemont. O, en Madrid, en las excentricidades de Isabel Díaz Ayuso, que para la mayoría de sus propios votantes no son más que ocurrencias simpáticas que no solo no hay que tomar en serio, sino que, además –y eso sí que cuenta– son buenísimas porque sacan de quicio a sus eternos rivales, los rojos y comunistas de siempre.

De mi infancia en el Empordà, como es sabido quintaesencia de la catalanidad y el raciocinio escéptico, siempre he recordado la clasificación de los diversos tipos de locura que un día compendió el sabio Joan Guillamet. En su opinión, en el mundo existen tres tipos de loco: los locos tocats de l’ala, los locos tocats del bolet y, finalmente los locos tocats per la tramuntana. Si a estos últimos les atribuía lucidez, ambición y altura de miras, pero también la capacidad de mantener siempre los pies en el suelo, las otras dos acepciones resultaban más problemáticas.

Así, como su nombre indica, el tocat de l’ala es aquel personaje ensimismado, romántico y melancólico, que por sus desvaríos tiende a la soledad, la depresión y la tristeza. En su mentalidad no hay problema que no pueda con cualquier solución ni aventura que no acabe en desastre. Contrariamente, para el tocat del bolet, todo tiene que ver con el mundo de Yupi y con la convicción íntima de que “tot està per fer i tot és possible”. A este tipo de zumbado, nada le turba ni nada le espanta, pues su ideal todo lo aguanta.

En esta familia encontramos al fanático religioso y, cómo no, al nacionalista supremacista, tan seguro de la bondad de sus intenciones como de su carácter teleológico. Europa será cristiana o no será, tan cierto como que, más tarde o más temprano Catalunya será un Estado independiente, pese a quien pese. Está escrito, porque es el orden natural de las cosas. Aunque algunos aún no lo sepan.

No parece difícil concluir que, de entre todo este carrusel de chalados, sin duda, el loco alucinado siempre será el más peligroso, especialmente si consigue socializar sus sueños y hacer soñar a hombres y mujeres por lo general incapaces de soñar, atrapados como están entre cuñados, hipotecas y otras cruces terrenales. Porque, en este mundo de locos, algunos personajes ligeros de cascos siempre nos resultarán entrañables, por raros, ingenuos o por espabilados. Otros, sin embargo, está acreditado que pueden resultar francamente peligrosos. Ahora que, liberados de reproches judiciales, algunos de ellos han decidido honrarnos de nuevo con su presencia y pedirnos el voto, estaría bien tenerlo presente. No vaya a ser que pudiendo disfrutar de una tediosa vida burguesa vinculada a lo real… alguien nos prometa: Ho tornarem a fer! Y lo haga.

QOSHE - Locos peligrosos - Santi Vila
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Locos peligrosos

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20.03.2024

Cuando, en plena pandemia, Donald Trump o Jair Bolsonaro negaron categóricamente la bondad de las vacunas para prevenir los peores efectos de la covid, ¿estábamos ante unos locos, unos cínicos o simplemente ante unos ignorantes? Cuando Adolf Hitler ordenó invadir Polonia en 1939 o cuando Putin ha hecho lo propio con Ucrania, ¿sus decisiones encarnaron las aspiraciones de un pueblo o simplemente una delirante ambición desmedida? Cuando, aquí en Catalunya, durante el procés, personajes como Clara Ponsatí –por citar tan solo una de las líderes más extravagantes– defendieron declarar la inde­pendencia y fiarlo todo a la presunta protección de los rusos, de la internacional judía o de los extraterrestres, ¿estaban en sus cabales o simplemente quedaron presos de una alucinación transitoria?

No es fácil dirimir cuándo estamos ante un loco o simplemente cuando tropezamos con un cuerdo que por interés simula serlo. Este es el dilema que planteó Eduardo Mendoza con respecto a Alonso Quijano, en su discurso de recepción del premio Cervantes, allá por el 2017. “Alguna vez me he preguntado si Don........

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