Cuesta dar con las palabras para describir lo que hay detrás de un sádico que corre por las redes deseando que servidora desaparezca de este mundo. Así, sin fecha concreta, pero sin escapatoria. Solo puede tratarse de alguien con muy bajos sentimientos, pocas luces y ninguna lectura. Un gilipuertas, vaya, diría mi padre.

El linchamiento nuestro de cada día que algunos practican a modo de gimnasia matinal toca a quien toca en este país tan dado al insulto de baja estofa. Ocurre tan a menudo que casi lo hemos normalizado. Los periodistas somos un blanco fácil. Vamos a cara descubierta, cosa que no puede decirse de quienes se agazapan detrás del anonimato. Podría pensarse que la diatriba va con el oficio, cuando no: conviene marcar líneas rojas.

Del sádico en cuestión lo desconozco todo. Él, en cambio, sabe mucho de mí. Seguro que en su vida real, no en la digital, es incapaz de matar un topillo. Un dulce acariciador de gatitos. El caso es que ha publicado en un tuit que ojalá me muera de covid, gripe o de alguno de los virus que están en circulación. Para que aprenda, sugiere, como si una vez en el otro barrio tuviéramos capacidad de enmienda. Todo esto viene por un artículo sobre mascarillas publicado en este diario que, por cierto, el anónimo ínclito ni siquiera se tomó la molestia de leer. Basta con echar un vistazo a sus comentarios para deducirlo.

Un tuit disparado con tanta mala leche equivale a una carta inflamable sin remitente. ¡Boom! Es lo que tiene el odio. Y lo que no tiene: ni cara, ni cura. La amenaza rula y rula en la red gracias a los que se lo toman como una chanza, pues mira qué gracia. Al periodista se le supone hecho del más duro de los metales. No es mi caso. Por eso creo que hay que difundir aquello que altera injustamente tu vida.

Bienvenidas sean las críticas de los lectores –subrayen aquí la palabra lector –. Adelante, que nadie se corte. Pasen, lean y luego juzguen mi trabajo, no mi persona. Se lo agradeceré porque una puede estar equivocada una y mil veces o hacer el ridículo otras tantas. Está bien que alguien te lo recuerde. Critiquen cuanto quieran, pero por favor déjenme cumplir muchos más años en paz.

QOSHE - A quien desea que ojalá me muera - Susana Quadrado
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A quien desea que ojalá me muera

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11.01.2024

Cuesta dar con las palabras para describir lo que hay detrás de un sádico que corre por las redes deseando que servidora desaparezca de este mundo. Así, sin fecha concreta, pero sin escapatoria. Solo puede tratarse de alguien con muy bajos sentimientos, pocas luces y ninguna lectura. Un gilipuertas, vaya, diría mi padre.

El linchamiento nuestro de cada día que algunos practican a modo de gimnasia matinal toca a quien toca en este país tan dado al insulto de baja estofa. Ocurre tan a menudo que casi lo hemos normalizado. Los periodistas somos........

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