Qué llorera, con el anuncio de turrones de Suchard. Es un corto de animación en el que una pareja de abuelos recuerda cómo las Navidades han sido el escenario de los momentos más importantes de su familia a través de varias décadas.

–¿Tú crees que lo hemos hecho bien?, le pregunta el marido a la mujer.

–Sí, lo hemos hecho bien, acaba respondiendo ella.

Y el anuncio, una delicia, se cierra con una frase que valdría de dedicatoria: “La vida es lo que pasa entre Navidad y Navidad”.

Esta vez Ogilvy lo ha bordado porque nos resetea, incluso a los no nostálgicos sino a los que somos, decía Josep M. Espinàs, “presentistas”, de vivir el presente. Este 'spot' gusta porque nace de impactos reales, pese a las altas dosis de almíbar e idealización de la familia que envuelven al relato.

Quién no se ha preguntado una, dos o veinte veces, echando la vista atrás, si lo ha hecho bien. Como los abuelos de Suchard, haces un viaje relámpago al pasado, algo consustancial con el hecho de envejecer. Y envejecer –con la vida a favor o en contra, va como va– es sufrir ataques de nostalgia anticipada cada vez más a menudo. Es emocionarse con una publicidad sensiblera de turrón. Es llorar escuchando 'Yesterday' porque nunca habías añorado cosas del ayer que añoras hoy. Este jueves de noviembre, por ejemplo: quizá mañana lo eches de menos. Ahora mismo, sabes que un día añorarás no tener cerca o a un telefonazo a la gente que quieres.

Nuestro peor juez somos nosotros mismos. Mirar por el retrovisor e interrogarte sobre lo ya decidido es tanto como plantearte si lo podrías haber hecho de otra manera o “qué hubiera pasado si”. Ay, el miedo existencial y el maldito “y si...” que a veces nos visita como el hombre del frac a quien carga con deudas.

De todo esto habla este spot navideño, y de algo más. De la fugacidad del paso del tiempo. De cómo aprendes a vivir con las inseguridades. De la necesidad de sentirte nieto, hijo o padre de alguien. De la semilla que dejamos en quienes nos suceden. De aprender a valorar lo que tienes... De la familia.

Gracias, Suchard. Un poco de azúcar nunca viene mal, y más ahora.