Yo, aquí, estoy en el paraíso. El paraíso son los ronquidos de un perro. Los del mío, sin ir más lejos. Ahora mismo se ha recostado sobre mis pies y noto el calorcito de su barriga peluda mientras escribo. Esa sensación dicta este artículo.

Un cachorro de shih tzu

Anda por aquí también la covid, pero solo está de paso. Gin llegó de rebote para quedarse hace unos meses. Este cachorro de shih tzu es perezoso, inteligente, caprichoso, fiel, cariñoso a rabiar. Prepotente, un poco chulo aunque simpático. Quizá por eso se le perdona todo, que redecore el comedor sin permiso, que marque a dentelladas los muebles, que muerda las mimosas. Mira que se lo agradezco: tocaba un cambio, y no solo de muebles.

Doy fe que un hijo te cambia la vida, los viajes y los planes. También lo hace un animal. Negocias nuevas rutinas con él y contigo misma. A los perros les gusta la vida de perros y viven para hacer vivir a sus dueños. Damos paseos por la mañana y por la noche, unas veces en contra de su voluntad, otras en contra de la mía, pero nos van bien a los dos para tonificar los músculos y la cabeza. Nunca me habían parado por la calle como ahora yendo con Gin, ni siquiera cuando tuve a las niñas. A él le dan ganas de mordisquear y a mi de saludar, ¿o era al revés? Como sea, encajamos medianamente bien en esta Barcelona de perros, parques sin verde y farolas meadas que no está hecha para perros ni para personas.

A veces, mi perro y yo nos colocamos delante del espejo del pasillo de casa, como para comprobar cuál de los dos es más raro. Siempre gano yo. Por lo general me observa con expresión de indultarme. Desearía ser él. Para no pedir favores. Para no juzgar. Para vivir al instante. Para desear sin más...

Gin me calma, me hace reír como nunca pensé que lo haría, me enseña que el miedo dura solo un momento (cuando se produce). Sabe que lo de volverse loco de vez en cuando no está nada mal. Ha aprendido a arreglarme un día regular solo con unas carreras por el piso, o con un par de lametones por toda la cara, o dando saltos sobre sus patas gordas.

Se percibe una corriente de complicidad fuera de lo común entre nosotros. Si no es la felicidad, se le parece.

QOSHE - Mi perro y yo - Susana Quadrado
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Mi perro y yo

7 0
28.12.2023

Yo, aquí, estoy en el paraíso. El paraíso son los ronquidos de un perro. Los del mío, sin ir más lejos. Ahora mismo se ha recostado sobre mis pies y noto el calorcito de su barriga peluda mientras escribo. Esa sensación dicta este artículo.

Un cachorro de shih tzu

Anda por aquí también la covid, pero solo está de paso. Gin llegó de rebote para quedarse hace unos meses. Este cachorro de shih tzu es perezoso, inteligente, caprichoso, fiel, cariñoso a rabiar. Prepotente, un poco chulo aunque simpático. Quizá por eso se le perdona........

© La Vanguardia


Get it on Google Play