La Vanguardia, su sección de Sociedad, está dando voces desde hace varios días entre los profesores de Catalunya. Este diario quiere conocer cuál es su experiencia, su día a día en el aula, qué piensan, cómo viven tanto cambio social, legislativo y profesional cuando PISA ha venido a colgar el cartel de peligro de derrumbe del sistema. ¿Y con qué hemos topado? Con una negativa tras otra. La mayoría, salvo alguna excepción, nos transmiten su inquietud con poderosas razones que bien merecen un altavoz, pero lo hacen en privado. Prefieren el anonimato.

La pregunta es por qué no quieren dar la cara. Se habla mucho del malestar de los niños y, ¿qué hay del profesor? El descontento recorre una profesión que tiene (o al menos tenía) un alto componente vocacional. El malestar de los docentes está en modo latente, como el de los médicos. Uno de los grandes errores que un gobierno puede cometer si la tropa de sus colectivos “esenciales” está desmotivada es normalizar la situación. Cuidado. PISA como síntoma.

Nos cuentan los maestros que hay miedo a que les señalen. Miedo al “qué dirán si opino que...”, miedo a los chats de las familias del cole, a los chats del claustro, miedo a los directores, a la inspección, a que haya algún tipo de “represalia”... Tantos miedos juntos les llevan a callar, o al bloqueo, o a desvincularse de la vocación. O incluso a renunciar.

La realidad sin matices se conoce de sobra desde hace años. Faltan manos y recursos para atender la diversidad, la inmigración, los problemas de aprendizaje, las dificultades lectoras y de comprensión, los crecientes trastornos. Faltan planes de formación del profesorado y mejoras en la carrera universitaria. Falta apoyo de la Administración y que cada vez que se pida más dinero la respuesta no sea un apáñate como puedas. Falta exigencia. Falta autoridad. Falta autoestima.

Y sobran currículo, experimentos pedagógicos, burocracia, el móvil, las pérdidas de respeto. Sobran familias que ponen en duda la palabra del docente antes que la de su hijo.

La escuela se ha vuelto criticable, todo el mundo opina. No se entiende que los profesores sigan escondiéndose tras sus miedos.