Pasó muchos días de estudio e investigación encerrada en la biblioteca de la Universidad de Oxford. Cuando el avión aterrizó en Grecia, dispuesta a pasar sus ansiadas vacaciones, tenía ganas de sol, de pasear y de darse largos baños en el mar Egeo. Ella, una catedrática experta en el mundo griego clásico, sentía que la felicidad le acompañaba en cada paso que daba.

Llegó a la isla de Cos. A los cinco minutos ya estaba integrada en el colorido, el ajetreo de las terrazas y el bullicio de este precioso destino. Cuando fue a visitar el Museo Arqueológico se encontró con el fatídico cartel “cerrado” colgado en la puerta.

La profesora no se achicó y llamó con los nudillos. Le abrió una señora vestida de forma deportiva; Se presentó como la directora del museo y le explicó que estaba cerrado porque unos operarios estaban dentro revisando el sistema eléctrico.

La catedrática de la Universidad de Murcia le comentó el gran interés que tenía en poder visitarlo y su gran pesar al encontrarlo cerrado. Ante ello, la directora en vaqueros, muy comprensiva, le dijo que podía pasar y, que si quería, ella misma se ofrecía a hacerle de guía. La respuesta fue un sí rotundo. La felicidad de la investigadora iba en aumento.

Palabras entre tanto arte

El paseo por las salas del museo fue dando lugar a una charla amena; . El caso es que se hizo la hora de comer y la directora le comentó que ella iba a tomar unos quesos con uvas con los operarios y que si quería podía unirse a este almuerzo improvisado. La respuesta la catedrática volvió a ser de nuevo un claro sí.

Al ver el enorme interés -y pasión- que la visitante murciana tenía por la cultura griega, la directora del museo se las ingenió para que un conocido de un amigo le hiciera de chófer y pudiera por la tarde visitar unas ruinas cercanas. La jornada terminó con una cena en una taberna, de nuevo con la directora del museo.

Una constante histórica

El disfrute de esta visita al museo aún, años después, lo recuerda en sus conferencias cuando nos enseña la gran sabiduría del mundo clásico.

Me sorprende lo poco que se habla de la hospitalidad de la gente que nos encontramos en los viajes. De los momentos tan valiosos que surgen con esta acogida. En La Odisea, en este primer viaje narrado, ya destacaba esta cualidad muy unida a la cultura helénica.

La hospitalidad sí está consolidada como una buena práctica en los servicios de alojamiento y de restauración, si bien en estos sectores se puede entender que queda supeditada a un fin monetario.

Ius Gentium

Por eso, cuando surge de forma desinteresada de estos encuentros entre dos personas (anfitrión y huésped), a mí me recuerda la plena vigencia de aquellas sabias leyes romanas sobre el que aplicaban a los “extranjeros” en los tiempos de expansión de las colonas y provincias.

Esta semilla jurídica lo es de largo alcance, pues hoy pervive y está en vigor con el derecho de asilo en la Declaración de Derechos Humanos. Y, aún más en estos días, de plena actualidad.

De las leyes a la música con la hospitalidad

En este viaje que hemos hecho con la hospitalidad desde el mundo griego, refrendada después por los romanos y, hoy consagrada en leyes internacionales, permítanme que me despida (ya que estamos en días de villancicos) con la banda sonora de aquella vieja canción de los años sesenta que apelaba a ella: “Viva la gente, la hay donde quiera que vas (..) es lo que nos gusta más; en cada pueblo y nación… y más gente con corazón”. ¡Ojalá!

Muchas gracias, queridísimos lectores, por estos doce lugares del mundo compartidos este año, y sirva este último post para dar las gracias a todos los que mostraron esta cualidad humana tan valiosa, pues tiene el poder de (casi) hacernos sentirnos como uno más en el destino.

¡Feliz Navidad!

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Desde tierras griegas hasta...

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15.12.2023

Pasó muchos días de estudio e investigación encerrada en la biblioteca de la Universidad de Oxford. Cuando el avión aterrizó en Grecia, dispuesta a pasar sus ansiadas vacaciones, tenía ganas de sol, de pasear y de darse largos baños en el mar Egeo. Ella, una catedrática experta en el mundo griego clásico, sentía que la felicidad le acompañaba en cada paso que daba.

Llegó a la isla de Cos. A los cinco minutos ya estaba integrada en el colorido, el ajetreo de las terrazas y el bullicio de este precioso destino. Cuando fue a visitar el Museo Arqueológico se encontró con el fatídico cartel “cerrado” colgado en la puerta.

La profesora no se achicó y llamó con los nudillos. Le abrió una señora vestida de forma deportiva; Se presentó como la directora del museo y le explicó que estaba cerrado porque unos operarios estaban dentro revisando el sistema eléctrico.

La catedrática de la Universidad de Murcia le comentó el gran interés que tenía en........

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