Vivimos al límite en la España partida. No pasa un día sin un culebrón nuevo. No hay que asustarse por el millonario fichaje de David Broncano por la televisión pública. Es más madera. Este país político tiene ritmo de partido de Champions entre el Real Madrid y el City. Pasa más en el primer minuto de un partido de Champions como ese que en toda una temporada en la primera federación del fútbol español. Lo sé, porque lo sufro. Sánchez entiende que no se puede perder ni un segundo en dejar de agitar a media España contra la otra media. Las elecciones se ganan con el ritmo salvaje e imprevisible del ataque del Real Madrid. Broncano pinta como el veneno perfecto para Pablo Motos. Lo venderán como David contra el Goliat de la fachosfera. Es una pena que tengamos a los incendiarios al mando de las fuerzas para apagar los incendios. España necesita sosiego. Pero da igual. Sánchez insistirá en conseguir los votos desde el estómago revuelto. Que las papeletas lleguen a las urnas desde las vísceras, sin pasar por el pensamiento. A la izquierda se la moviliza a base de memes y de personajes desatados, que no lo parecen. Ese es uno de los secretos del presentador de La Resistencia. Hace de la imperfección, virtud. Conduce las entrevistas a los famosos como si no tuviera ni idea de a quién tiene delante. Hace gala de la falta de profesionalidad para bordar un encuentro atractivo y fresco con el protagonista de la entrevista.

Enseguida, han negado que Broncano y Pablo Motos no sea un duelo. La mejor manera de afirmarlo: es un duelo, en el que solo habrá un vencedor. Pablo Motos lleva reinando veinte años. Hasta Jorge Javier ha querido pillar cacho opinando de la polémica. Por supuesto, a favor de Broncano y contra Motos. La Moncloa manda mucho y en muchos. Jorge Javier le ha dicho a Pablo Motos con su soltura habitual: «Chico, llevas veinte años siendo imbatible. ¿De verdad os lleváis esas sofoquinas tú y tu equipo por el fichaje de Broncano? A mí me parece que en vez de montar esos numeritos deberíais aplaudir su llegada y desearle suerte. Es un compañero, no un comisario político. Que parece que os va a quitar el pan y la sal cuando tenéis ya tanto dinero que no os lo vais a gastar en cien mil vidas». No se dejará nada al azar en este desembarco. La primera campaña de publicidad fue la polémica de su contrato y su aplazamiento. La idea es que David Broncano le intente robar medio millón de espectadores a El hormiguero y otro millón, de paso, a Telecinco, para consagrar el sorpasso. Son muchas hormigas. Acentuar así que Pablo Motos solo deja hablar a la España de los cayetanos, frente a la mente abierta de Broncano. Libertad de depresión frente a la libertad de expresión. No les será fácil destronar a algo tan engrasado como el producto de Motos, a pesar del aire de rejuvenecido Bertín Osborne que gasta el pelirrojo. Entre Broncano y Motos, entre David y Pablo, hay un mundo. Los dos van de graciosos, pero ni los perfiles de los entrevistados ni la forma de hacer las entrevistas tienen nada que ver. La audiencia será soberana y decidirá con quién se acostarán los españoles.