Con el título, pueden pensar que voy a escribir sobre política. Pero no. Voy a hablar de uno de los agujeros negros de nuestra sociedad acelerada. Lo cuenta muy bien mi compañera Laura Miyara, en La Voz de la Salud, en su trabajo sobre la depresión de Jada Pinkett, que titula así: «El dolor era tan insoportable que la única opción era dejar de vivir». Todavía son muchos los que creen que las enfermedades mentales son inventos. Todavía hay que escuchar muchos disparates sobre un sufrimiento que es tan real que parece irreal. Si dices que pasaste la noche vomitando, todo el mundo te entiende. Si dices que tienes fiebre, los que te rodean se preocupan y se ocupan enseguida. No hay termómetro para el interior de la cabeza. Pero si comentas que no has podido dormir, que el sueño se te va escapando noche tras noche. Que tienes los ojos del alma clavados como tachuelas en el techo de tu dormitorio, a las dos, a las tres, a las cinco de la mañana, te miran sin entender. Falta mucha comprensión con los problemas mentales. Como si no tuviésemos la cabeza sobre los hombros y no fuese parte del cuerpo.

Las depresiones se padecen a cualquier edad. No hay una década para el día en el que las ganas de vivir se te escapan de las manos, para esa fecha maldita en la que solo tienes ganas de tirar de la anilla de la granada del corazón. ¿Tienes angustia? ¿Te da miedo cruzar una calle? ¿Crees que vas a perder el control en un atasco? Todo es mentira, te contestarán muchos insensatos. ¿Te dejas los dientes apretándolos por la noche como si no fuera a llegar la mañana? Eso es imposible, puedes oír. Así deja hablar mi compañera Laura Miyara en La Voz de la Salud a Jada Pinkett en su reportaje sobre el libro que acaba de publicar: «Llevaba poniendo buena cara desde hacía dos décadas, diciéndole a la gente que estaba bien. Sin embargo, tras esta máscara los ataques de depresión y la desesperación abrumadora se habían convertido en un fuego infernal que ardía en mi corazón roto. Más adelante, me diagnosticarían e informarían de que sufro de estrés postraumático agudo, trauma complejo y de una personalidad que disocia, pero sin ese diagnóstico de referencia yo era un desastre crónico sin arreglo, sin posibilidad de sanar».

Suscribo las palabras de Jada Pinkett. Cada una. Hay que pedir ayuda. Hay que ir a por el diagnóstico. No estás fabulando cuando los nervios te sujetan del cuello y hacen que una corbata parezca una soga. Nadie disfruta castigándose. En el reportaje de mi compañera, un lector de la web de La Voz ha puesto un comentario sobre la falta de recursos en salud mental que necesito reflejar. Firma como don Giovannni y reflexiona sobre cómo sufrir sin un euro es peor. Lean: «Imaginemos a una persona como esta, pero sin su triunfo personal. Y atendida cuatro veces al año, con suerte, un cuarto de hora por un psiquiatra del Sergas. No habría diagnóstico o, de haberlo, no habría informes precisos y válidos ante la Administración para obtener ayuda para seguir viviendo con dignidad. Imagínenla en Galicia y sin un euro o cobrando una pensión normal». Así es también en el resto de España, en esta Europa nuestra, en la que seguimos creyendo que somos el ombligo del planeta, sin parar de cargarnos los servicios públicos.

QOSHE - No perdamos la cabeza - César Casal
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

No perdamos la cabeza

6 0
26.11.2023

Con el título, pueden pensar que voy a escribir sobre política. Pero no. Voy a hablar de uno de los agujeros negros de nuestra sociedad acelerada. Lo cuenta muy bien mi compañera Laura Miyara, en La Voz de la Salud, en su trabajo sobre la depresión de Jada Pinkett, que titula así: «El dolor era tan insoportable que la única opción era dejar de vivir». Todavía son muchos los que creen que las enfermedades mentales son inventos. Todavía hay que escuchar muchos disparates sobre un sufrimiento que es tan real que parece irreal. Si dices que pasaste la noche vomitando, todo el mundo te entiende. Si dices que tienes fiebre, los que te rodean se preocupan y se ocupan enseguida. No hay termómetro para el interior de la cabeza. Pero si comentas que no has podido dormir, que el sueño se te va escapando noche tras........

© La Voz de Galicia


Get it on Google Play