El móvil no tiene la culpa del delito. Hay un grupo de más de diez mil personas que proponen llegar a un pacto para retrasar la entrega del dispositivo a los chavales hasta los 16 años. Es un disparate. Dejar a un chaval del siglo XXI sin móvil hasta esas edades es marcarlo mucho más que si se lo dejas usar. El problema, como siempre, no es el uso, es el abuso. Hay tres comunidades, Galicia, Castilla-La Mancha y Madrid, que limitan el empleo de los aparatos en los colegios. Sumándose a esta epidemia de prohibir el móvil a los niños, hasta el presidente Rueda ha dicho que podría llegar a valorar que tampoco los usen en los recreos.

Las madres que, desde Cataluña, Galicia o Madrid, están amplificando estas campañas tienen datos de expertos que les dan la razón en cuanto al daño que el abuso del móvil provoca en los chavales. Y los pocos límites que existen cuando un pequeño tiene el aparato en sus manos. Los datos. El 85 por ciento de los niños españoles de 12 a 14 años tiene móvil propio, un porcentaje que sube hasta el 95 por ciento, según el INE. Más cifras. La edad media para el primer contacto con la pornografía en menores se encuentra entre los nueve y los once años. Este dato es salvaje. El primer teléfono se entrega de media a los 11. Hay una caída relevante de atención en las aulas. Se registran problemas de salud pública. No es una broma. Pero, insisto, la causa no es del aparato. Tampoco sirve de nada que los mayores se lo prohibamos a los hijos cuando nos ven a nosotros todo el día con el móvil. Cuando presencian cómo lo primero que hacemos al levantarnos es encenderlo como si nos faltase el aire, para reconectarnos al mundo. Nosotros, sí. Es por trabajo, les decimos. Y ellos, no.

Está muy bien que madres y padres se ocupen y se preocupen de la sobreexposición al bicho tecnológico. Está muy bien que se llegue a un pacto social si expertos médicos dicen que las horas excesivas, su abuso, multiplican en los menores las enfermedades de salud mental y hasta disparan el número de niños miopes. Pero estamos ante uno de esos decálogos que todo el mundo se saltará. El primero, el padre que no se lo compra al hijo.

Cuando los primeros coches, la gente decía que los conductores se morirían por la velocidad. Llegó el tren y subirse a uno era sinónimo de jugarte la vida. Lo mismo pasó con los aviones. Ahora viajamos con móviles y mucho me temo que la buena intención de las asociaciones diversas chocará con la realidad: pronto el móvil podría ser un implante en el antebrazo. Solo tenemos un camino, el de toda la vida: educar. No hay otro. Educar en el uso. Proteger a los niños con educación, no con imposiciones, que, total, tendrán mil atajos para sortearlas. Explicarles el sexo para que no choquen con el porno, el que verán sin tasa en una pantalla aunque sus padres los hayan mutilado sin móvil. Lo verán en el del amigo o el hermano. Educación, no prohibición. Bienvenidos todos, los indignados también, al 2023. Bienvenidos a un universo en el que existen los móviles cada vez más sofisticados, cada vez más absorbentes. Hay que educar, hay que dar ejemplo. Si empezamos a romper móviles, volveremos a lo de quemar libros.

QOSHE - Rompe un móvil y quemarás libros - César Casal
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Rompe un móvil y quemarás libros

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03.12.2023

El móvil no tiene la culpa del delito. Hay un grupo de más de diez mil personas que proponen llegar a un pacto para retrasar la entrega del dispositivo a los chavales hasta los 16 años. Es un disparate. Dejar a un chaval del siglo XXI sin móvil hasta esas edades es marcarlo mucho más que si se lo dejas usar. El problema, como siempre, no es el uso, es el abuso. Hay tres comunidades, Galicia, Castilla-La Mancha y Madrid, que limitan el empleo de los aparatos en los colegios. Sumándose a esta epidemia de prohibir el móvil a los niños, hasta el presidente Rueda ha dicho que podría llegar a valorar que tampoco los usen en los recreos.

Las madres que, desde Cataluña, Galicia o Madrid, están amplificando estas campañas tienen datos de expertos que les dan la razón en cuanto al daño........

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