Argentina invistió presidente a Javier Milei, el excéntrico quijote ultra que iba a cabalgar motosierra en ristre contra «la casta» y un gigante culpable de todos los males habidos y por haber, el Estado.
El nuevo mandatario dejó una escena viral para las redes: se estremeció cuando se sentó por primera vez en el sillón presidencial, una poltrona de origen gallego. El momento se convirtió en un meme. Y no faltó quién interpretó que el nuevo amigo de Abascal había sido poseído, pero no por el diablo, sino por la derecha tradicional argentina, a la que ha metido en el Gobierno tras haber sido decisiva para que pudiera ser elegido.
🇦🇷 | El presidente Javier Milei (@JMilei) se sienta en el Sillón de Rivadavia.https://t.co/8sGRdyXEoT
Sorpresa, sorpresa. El nuevo presidente ha descubierto que sus recetas milagrosas e inmediatas ya no sirven para salir rápido de la crisis económica. «No hay plata», salvo para crear zonas para sus perros clonados y renovar los colchones de la residencia oficial, como hizo Sánchez cuando llegó a la Moncloa.
Enfunda la motosierra y se pone el traje de vieja política (Prometí unas cosas; haré otras; cuidaré a los poderosos). La prensa argentina tira de retranca y describe el viraje del antiguo roquero como «el plan anti-Milei ideado por Milei». Una paradoja tan fantástica como la de que en España dos exministras, Montero y Belarra, compitan por el título de azotes del Gobierno.