Mejor no hagamos balance. Porque si repasamos lo que han sido los últimos doce meses nos encontramos con que nuestras vidas son un tormento. Social y políticamente. Se fue el 2023 dejándonos un amargo sabor. Y es que estamos instalados en el enfrentamiento y la bronca. En un clima destrozado por la amnistía. Con la convivencia rota por el sinsentido. Con llamamientos a la insurrección. Con deslegitimación institucional. Con insultos, amenazas, agresiones y apaleamiento de efigies. Con los de las togas haciendo de políticos y los políticos vistiendo togas. Con una pésima relación entre el Gobierno y la oposición. Apostando por la confrontación total. Lo único positivo, por buscar algo, ha sido que nunca asomó la demoledora crisis económica que nos anunciaron.

Así que, como resumen de lo que fue este tiempo pasado, la Fundación del español Urgente (Fundéu) eligió polarización como palabra del año. Es decir, convulsión, irritación y crispación. Y lo que puede ser el año que comenzamos nos lo adelanta el Cidob, centro de investigación en relaciones internacionales de excelencia y relevancia, asegurando que lo que viene tampoco es mucho mejor. El 2024 será un año de urnas y armas.

Lo de las urnas, porque más de 4.000 millones de personas, el 51 % de la población mundial, está llamada a votar. De ellas, 400 millones de europeos. Y no es que las votaciones garanticen las democracias, sino todo lo contrario. Será un test de nuestra cultura democrática. Muchos de los 76 países votantes, entre ellos EE.UU., pueden caer en las garras de los ultras o de líderes atolondrados. Que lo mismo tiene.

Pero el Cidob también pronostica un año de armas. Vamos, de guerras. O de más guerras. Lo que no precisa de mayor explicación. La demolición de Ucrania y Gaza, la tensión en Oriente Medio, el matonismo de EE.UU. e Irán, la inestabilidad de una gran parte de los países africanos y las tarascadas de Maduro, Kim Jong-un y demás pendencieros pueden arrastrar a otros países a conflictos inesperados.

Pero, con este panorama, los españoles respiramos optimismo. Debe de ser porque, como dijo Voltaire, «el optimismo es la locura de insistir en que todo va bien cuando somos desgraciados». Y así, Ipsos, la mayor empresa de estudios del mundo, nos da un ápice de aliento en medio de este sufrido panorama. El optimismo creció entre los españoles once puntos respecto al año pasado. Ocho puntos más que en 2022, si se trata de la economía. España encara el 2024 con más optimismo que Alemania, Italia y Portugal, según Gallup. Y es que a los españoles es difícil borrarnos la sonrisa. Pase lo que pase. Somos incorregibles. En medio del aluvión de previsiones catastróficas, y con lo que padecemos, siempre dejamos un resquicio para el entusiasmo. Porque de optimismo también se vive. Será porque los estudios indican que las personas optimistas viven más años. O porque, como ya dijo William Crosbie Hunter, «el optimismo es vida».

QOSHE - De optimismo también se vive - Ernesto S. Pombo
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De optimismo también se vive

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03.01.2024

Mejor no hagamos balance. Porque si repasamos lo que han sido los últimos doce meses nos encontramos con que nuestras vidas son un tormento. Social y políticamente. Se fue el 2023 dejándonos un amargo sabor. Y es que estamos instalados en el enfrentamiento y la bronca. En un clima destrozado por la amnistía. Con la convivencia rota por el sinsentido. Con llamamientos a la insurrección. Con deslegitimación institucional. Con insultos, amenazas, agresiones y apaleamiento de efigies. Con los de las togas haciendo de políticos y los políticos vistiendo togas. Con una pésima relación entre el Gobierno y la oposición. Apostando por la confrontación total. Lo único positivo, por buscar algo, ha sido que nunca asomó la demoledora crisis........

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