Jesusito, Jesusito, manda otra plaga bíblica, desde Egipto a Coristanco; envía otro virus desconocido con el que podamos forrarnos de nuevo, Jesusito de mi vida. Se propone esta plegaria como oración fundacional del catecismo del bribón, ese tipejo que, cuando el mundo temblaba ante la certeza de un virus letal que nos hundía en la distopía súbita, se forraba como traficante de mascarillas, epis y filtros, para entonces convertidos en el patrón de oro de la pandemia y en los únicos artefactos que podían estorbar un poco al bicho, antes de que la ciencia se pusiese manos a la obra. No seremos tan ingenuos de pensar que el mundo es un lugar habitado por seres de luz, a la vista está, pero esa imagen de un tipo con acceso directo al poder que se va frotando las manos con más brío cuanto más fea se pone la cosa, admitámoslo, da noxo del bueno.

Les llaman comisionistas, aunque la RAE está repleta de sinónimos más apropiados, porque puede ser legal cobrar una tajada del 80 % por intermediar entre un fabricante de salvavidas y su distribuidor a los ciudadanos, pero destila indecencia a chorros.

Con los controles de gasto desactivados por la urgencia del momento, los koldos y medinas del país olfatearon enseguida la oportunidad, incluso la wasapearon, en plan «hostia, pero qué tipo de pelotazo es este», que consta en uno de los sumarios pendiente de juicio. Se agradece mucho la claridad, por cierto. Así que, lejos de aquel cándido «de esta saldremos mejores», que enseguida decayó de inanición ética, hubo un grupo de espabilaos que gritaron «a la rapañota», a la más pura tradición del canalla que surfea con estilazo sobre el infierno ajeno y se fuma un puro mientras los dólares le entran en la cuenta por la puerta de atrás. Qué bien todo.

QOSHE - A la rapañota, «koldos» - Fernanda Tabarés
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A la rapañota, «koldos»

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06.03.2024

Jesusito, Jesusito, manda otra plaga bíblica, desde Egipto a Coristanco; envía otro virus desconocido con el que podamos forrarnos de nuevo, Jesusito de mi vida. Se propone esta plegaria como oración fundacional del catecismo del bribón, ese tipejo que, cuando el mundo temblaba ante la certeza de un virus letal que nos hundía en la distopía súbita, se forraba como traficante de mascarillas, epis y filtros, para entonces convertidos en........

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