No cabe duda, diría Arsenio Iglesias con su peculiar expresión, que cada día aparecen nuevos informes de geoestrategia y de megatendencias. Son, pues, muy numerosos los pronósticos sobre los escenarios de futuro. Muchos de ellos coinciden en señalar como previsibles el acometimiento de la transición energética, la aceptación del nuevo rol de la inteligencia artificial en nuestra vida, y las inestables condiciones económicas y financieras.

Ahora, con las nuevas aportaciones de Mariana Mazzucato y Rosie Collington, en su reciente libro El Engaño, se abre una nueva discusión. Se apunta que muchos gobiernos han dejado de invertir en su propia capacidad y sus competencias, y que, al mismo tiempo, no asumen riegos por miedo al fracaso. No dejan de sorprender dichas afirmaciones toda vez que en su libro superventas, El Estado emprendedor publicado en el 2013, apuntaba la idea de que los Estados podrían ser los catalizadores de las iniciativas empresariales y de gestión. Esta vez, sus tesis vislumbran otro análisis. Se dice que la apuesta actual es por el cortoplacismo que se impone a la inversión necesaria para el progreso y que un grupo de actores se está aprovechando para ganar enormes sumas de dineros. Se refiere a las consultoras.

Sustentar dichas tesis significa que tanto los organismos públicos como las empresas hacen dejación de sus tareas, olvidan sus objetivos y delegan la toma de decisiones a las empresas de consultoría. No creo totalmente en tal suposición, ya que no veo a los gobiernos y grandes empresas delegar en personal ajeno las acciones para reducir las emisiones de gases invernadero, proponer reformas educativas, asesorar a los ejércitos, diseñar ciudades inteligentes, redactar códigos de ética médica, gestionar fusiones de empresas farmacéuticas o llevar las infraestructuras digitales de las organizaciones, por ejemplo.

Es bien cierto que las grandes consultoras poseen una relación importante como refuerzo de las acciones de gobierno a través de la multitud de formas de contratos y de redes que abarcan a toda la economía. Pero, a pesar de dichos vínculos, creo pensar que tanto los gobiernos como las grandes empresas no admiten que las acciones de las consultoras distorsionen el funcionamiento de una sociedad, ni que sean ellas las que generan disfunciones en los gobiernos y empresas de todo el mundo.

La progresiva externalización no tiene porqué significar un vaciamiento de las organizaciones. Es decir, estas últimas ni quedan detenidas en el tiempo ni son capaces de evolucionar. Otra cosa es aquel gobierno que subcontrata ciertos servicios a fin de reducir costes. Bien se sabe que perder el control del conocimiento de cómo prestar dichos servicios es otra cuestión y los propios gobiernos conocen el hecho de que la provisión del conocimiento es lo que agrega valor a la sociedad.

Ahora bien, la amplia magnitud de los contratos a las consultoras podría debilitar a las empresas, infantilizar a los gobiernos y pervertir las economías. En todo caso, siempre tenemos a mano la posibilidad de la rendición de cuentas y la evaluación de los efectos de las actuaciones, sin tener que pagar las consecuencias derivadas de los «engaños» y de la dependencia. Porque ya se dijo hace años «cuanto menos rema una Administración, menos aprende, menos productiva se vuelve: menos puede dirigir».

QOSHE - La fiebre de los engaños y del control - Fernando González Laxe
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La fiebre de los engaños y del control

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04.03.2024

No cabe duda, diría Arsenio Iglesias con su peculiar expresión, que cada día aparecen nuevos informes de geoestrategia y de megatendencias. Son, pues, muy numerosos los pronósticos sobre los escenarios de futuro. Muchos de ellos coinciden en señalar como previsibles el acometimiento de la transición energética, la aceptación del nuevo rol de la inteligencia artificial en nuestra vida, y las inestables condiciones económicas y financieras.

Ahora, con las nuevas aportaciones de Mariana Mazzucato y Rosie Collington, en su reciente libro El Engaño, se abre una nueva discusión. Se apunta que muchos gobiernos han dejado de invertir en su propia capacidad y sus competencias, y que, al mismo tiempo, no asumen riegos por miedo al fracaso. No dejan de sorprender dichas afirmaciones toda vez que en su libro superventas, El........

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