A vueltas con la fachosfera, ese término borroso acuñado por el presidente y que —a grandes rasgos— incluye a todo aquello que se sitúa fuera de su ideología, me vino a la cabeza un cuento escrito a principios del siglo pasado por Edwin Abbott, profesor y teólogo inglés, titulado Planolandia.

Lo narra el habitante de un mundo bidimensional, es decir, de una realidad que solo tiene longitud y anchura pero no altura; un mundo plano como un folio de papel donde habitan líneas, puntos, círculos, cuadrados, etcétera. Sus habitantes pueden moverse libremente por la superficie plana pero no pueden ascender ni descender, porque la idea de una tercera dimensión les resulta inconcebible.

Un día, el protagonista del cuento tiene un sueño perturbador donde se traslada a un mundo unidimensional llamado Linelandia, cuyos habitantes son puntos y rayas que solo pueden moverse hacia delante o hacia atrás, pero siempre en la misma línea; a sus habitantes les resulta inconcebible la idea de poder moverse a la derecha o a la izquierda, fuera de la línea.

Durante el sueño, el narrador intenta explicar al monarca de Linelandia la realidad del mundo de Planolandia, y acaba tomándolo por loco. En ese momento despertó del sueño y esa misma tarde su nieto le planteó la pregunta: ¿qué pasaría si un cuadrado se desplazara en otro sentido a los existentes en Planolandia? A lo que abuelo respondió: «No digas insensateces y vete a dormir», incurriendo en la misma actitud que el rey de Linelandia.

De pronto oyó la voz de un extraño visitante que decía venir de Espaciolandia y que le decía: el chico no es ningún insensato, en mi mundo las cosas tienen tres dimensiones (algo inconcebible para los habitantes de Linelandia y Planolandia). Incapaz de hacerle entender esa realidad tridimensional, reflexiona: ¿cómo convencer a seres unidimensionales lo que es volar?

Moraleja: la historia de la humanidad enseña que apenas hay otra idea más despótica que el delirio de una realidad «real» (entendiendo, naturalmente, por tal, la de la propia opinión). La capacidad de vivir con verdades relativas, con la sabiduría de no saber nada y con las paradójicas incertidumbres de la existencia es la esencia de la madurez humana y de la consiguiente tolerancia frente a los demás.

Hace pocos días, dos voces libres, sabias, comprometidas y lúcidas criticaron la realidad preponderante y, como en el cuento, Fernando Savater y Félix de Azúa fueron expulsados del reino. Y me vino a la cabeza aquel titular de La Codorniz cuando fue cerrada por la censura franquista: «Botín es a botón como cojín es a X, y a mi me importa tres X que me cierren la edición».

Me voy a la fachosfera.

QOSHE - «Facholandia» - Luis Ferrer I Balsebre
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«Facholandia»

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11.02.2024

A vueltas con la fachosfera, ese término borroso acuñado por el presidente y que —a grandes rasgos— incluye a todo aquello que se sitúa fuera de su ideología, me vino a la cabeza un cuento escrito a principios del siglo pasado por Edwin Abbott, profesor y teólogo inglés, titulado Planolandia.

Lo narra el habitante de un mundo bidimensional, es decir, de una realidad que solo tiene longitud y anchura pero no altura; un mundo plano como un folio de papel donde habitan líneas, puntos, círculos, cuadrados, etcétera. Sus habitantes pueden moverse libremente por la superficie plana pero no pueden ascender ni descender, porque la idea de una tercera dimensión........

© La Voz de Galicia


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