Hoy domingo de elecciones es uno de esos días en que la gente se entretiene más con el periódico. Suelen ser noticias reiterativas donde se informa de lo que hacen los líderes de los partidos que, casi siempre, son estereotipos. Salen a correr mostrando el documento social que les acredita como ciudadano de vida saludable. Están también los que salen con el perro y la familia a pasear mostrando tener una vida normal.

Echo en falta que nos enseñen lo que pasa una vez acabada la carrera y recogido a los niños. Saber del trajín de llamadas, wasaps, Twitter, conspiraciones y arrebatos que debe ser una tarde electoral para nuestros héroes. Esa parte de su vida que es todo lo contario a la que disfruta el manso votante.

Los lectores dominicales del periódico son los más adictos al rito de la prensa con café, tostada o churros. Ustedes ya habrán echado un ojo a los estereotipos electorales y se habrán estremecido leyendo cómo estamos y cómo está el mundo.

Otros irán directos al artículo de opinión de su firma favorita y al de su antónimo, para contrastar argumentos y desenmascarar cojos, fachas y zurdos. La mayoría rematará el crucigrama sin mucho esfuerzo y se tomará otro café. Por parte del que contribuye humildemente a entretenerles, he de reconocer que me satisface saber que la mayoría de los lectores del periódico dominical suele ser gente madura, con criterio establecido y con interés por informarse de lo que pasa. Gente con la que merece la pena interactuar piense lo que piense cada uno. Cuando esa gente deje de leer, dejaré de escribir.

De lo que no pienso claudicar es a escuchar música enlatada que pueda mirar, leer y tocar; a desarrollar el ritual de poner el cd o estoquear el vinilo de la pieza previamente elegida entre los discos, los míos. La música de las plataformas es infinita y se hace inabarcable, cuando uno lo tiene todo no tiene nada, es música líquida, una «no cosa» que nunca es tuya.

De la buena educación ya no digo nada, basta con ver la retransmisión y las entrevistas de la entrega de los Goyas para quedar atónito y echar de menos el manual de urbanidad. Basta ver qué cosas dicen y el lenguaje utilizado por las influencers/periodistas que contribuyen al espectáculo; para darse de baja.