«¿Qué es un rito? —dijo el principito—. Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días». El principito.

Los humanos somos seres litúrgicos. Lo somos porque, como dicen los existencialistas, estamos arrojados en el tiempo sin otro bagaje que la angustia de sabernos perecederos.

Ese saber acerca de nuestro destino nos empujó a construir mitos que, acompañados de sus correspondientes ritos, nos ayudan a sobrellevar el sin sentido de la vida.

Los ritos atenúan la angustia porque nos conectan con relatos trascendentales que dan un sentido simbólico a nuestro existir y se repiten con una regularidad apaciguadora por su certidumbre.

Igual que los niños exigen que les cuenten el mismo cuento con las mismas palabras y de la misma forma para fulminar la angustia de la incertidumbre, a los adultos nos pasa igual con los ritos y sus correspondientes liturgias.

Actualmente, atravesamos malos tiempos para ritos y liturgias porque desde el advenimiento de la posmodernidad, los cuatro grandes relatos que paliaron nuestra angustia durante siglos con la promesa de que todo tendría un final feliz se han ido al carajo, a saber: el relato religioso con su promesa de que al final la humanidad vencerá al mal y se encontrará en el cielo, el relato marxista en el que el oprimido derrotará a la burguesía y tomará el control de los medios de producción, el relato del iluminismo en el que la divina razón llevará a la humanidad a la total racionalidad y el relato capitalista en el que la prosperidad será para todos.

Derrumbados estos colosos, solo queda la opción de construir un relato individual, donde cada uno tiene que montar su propia mística, sus propios ritos y su singular liturgia.

Convivimos con una pléyade de mitologías y ritos que mayoritariamente giran en torno a tres temas: el cuerpo (con toda la parafernalia del consumo en torno a la vida sana), la tecnología (con un mundo de relación a través de pantallas líquidas, sin saliva ni sudor como intermediarios) y la salvación del planeta (donde un ecologismo y animalismo fanatizado amenazan con amascotar al Homo sapiens y desatar al gorila que todos llevamos dentro).

Vale, que cada cual se monte sus liturgias, que celebren la fiesta del invierno o tomen las uvas en la playa, pero para los que tenemos más años que un bosque, lo más sensato es no hacer experimentos y ampararse entre el musgo del Belén, las uvas de la suerte y la carta a los Reyes Magos que este año viene cargadita de deseos imposibles.

Al menos haremos que estos días sean diferentes siendo los mismos de siempre.

QOSHE - Litúrgicos - Luis Ferrer I Balsebre
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Litúrgicos

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17.12.2023

«¿Qué es un rito? —dijo el principito—. Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días». El principito.

Los humanos somos seres litúrgicos. Lo somos porque, como dicen los existencialistas, estamos arrojados en el tiempo sin otro bagaje que la angustia de sabernos perecederos.

Ese saber acerca de nuestro destino nos empujó a construir mitos que, acompañados de sus correspondientes ritos, nos ayudan a sobrellevar el sin sentido de la vida.

Los ritos atenúan la angustia porque nos conectan con relatos trascendentales que dan un sentido simbólico a nuestro existir........

© La Voz de Galicia


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