Se constata, en los últimos años, un incremento notable de la llamada violencia filio-parental. Este tipo de violencia no es exclusiva del momento actual, pero sí podemos observar que no suele responder a los mismos patrones que en el pasado. No es infrecuente que algunas personas, la mayoría ya entradas en años, nos refieran en consulta episodios de enfrentamiento violento (especialmente con sus padres) como respuesta a la brutalidad de estos hacia ellos mismos, o hacia su madre y hermanos. Esta violencia, que podía llegar al enfrentamiento físico con el padre, se ejercía de modo defensivo, para intentar parar conductas autoritarias, arbitrarias o crueles.

La violencia filio-parental más habitual actualmente se realiza en el sentido contrario a la anterior. Para empezar, el objeto de la violencia suelen ser más las madres que los padres, y no es una violencia defensiva, para poner un límite, sino para saltárselo. No se hace en nombre de la ley, sino de su abolición.

La educación es uno de los medios fundamentales para lograr que se produzca la renuncia a las pulsiones primarias, en favor de la cultura. Actualmente se pone el acento en la necesidad de un estilo educativo democrático con los niños y los adolescentes. Pero, con frecuencia, este modelo democrático deriva en el establecimiento de una relación simétrica y permisiva con los hijos. También se observa un auge de modelos de crianza que favorecen una relación de apego excesivo con los hijos. Esta relación de proximidad excesiva puede conducir a que la separación solo se encuentre a través de la reacción violenta. Esta respuesta violenta hace que la separación sea fallida, por no simbolizada, y que se perpetúe la dependencia.

Se suele señalar como un factor de prevención para evitar la aparición de la violencia filio-parental que los padres expresen a los hijos un amor incondicional. Este postulado ignora que lo que permite a un niño renunciar a las pulsiones primarias, entre las que destaca la agresividad, es el temor a la pérdida del amor. Antes, los niños temían que los padres pudieran dejar de quererlos, si se portaban mal. Hoy son más bien los padres los que temen perder el amor de los hijos. Esos hijos frente a los que se disculpan continuamente cuando tienen que reprenderlos o castigarlos.

La consecuencia de esto es la inversión de la posición de autoridad, lo que condena a estos niños a quedar presos de su narcisismo, individualismo y afán de poder. Estos niños pueden ser los antecesores de los adolescentes o jóvenes que agreden a sus padres. Esos padres que deberían satisfacer todas sus demandas y evitarles cualquier frustración.

Si la agresividad está en el origen, la violencia es la constatación de lo no simbolizado de esa agresividad. Pero también la violencia puede ser una forma, por muy inadecuada que sea, de pedir auxilio. Conviene posibilitar los medios para que la violencia hacia los padres, además de castigada, pueda convertirse en pregunta para el mismo que la ejerce.

QOSHE - Hijos violentos - Manuel Fernández Blanco
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Hijos violentos

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26.11.2023

Se constata, en los últimos años, un incremento notable de la llamada violencia filio-parental. Este tipo de violencia no es exclusiva del momento actual, pero sí podemos observar que no suele responder a los mismos patrones que en el pasado. No es infrecuente que algunas personas, la mayoría ya entradas en años, nos refieran en consulta episodios de enfrentamiento violento (especialmente con sus padres) como respuesta a la brutalidad de estos hacia ellos mismos, o hacia su madre y hermanos. Esta violencia, que podía llegar al enfrentamiento físico con el padre, se ejercía de modo defensivo, para intentar parar conductas autoritarias, arbitrarias o crueles.

La violencia filio-parental más habitual actualmente se realiza en el sentido contrario a........

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