Su obsesión le da título a su entrevista convertida en documental. No me llame Ternera. Pero los nombres nunca los elige uno. Los de los bebés llegan de los padres o de los abuelos. Los alias y los apodos normalmente se gestan en otros entornos en los que uno echa a volar y suele toparse con el suelo. A veces son inmerecidos, fruto del abusón de turno. A veces ganados a pulso y pulidos por el ingenioso de la pandilla. Pero, por no explicar, Josu Ternera no explica bien ni el origen de su mote de guerra. No atina a desentrañar el misterio de por qué lo de los yihadistas es terrorismo y lo suyo, en cambio, eran acciones. Y no sabe cómo vender su papel en ETA, porque a veces da a entender que pasaba por allí y otras que era un tío al que le salpicaba la sangre, pero sin apretar el gatillo físicamente. Empaqueta cualquier masacre como error estratégico y no muestra remordimiento ni empatía. Pero todo ello con un discurso tan vacío como machacón. Un hijo de la serpiente que no llega a encantador de serpientes. Y es inevitable recordar las reflexiones de Hannah Arendt. La banalidad del mal. Cubriendo el juicio de Adolf Eichmann en Israel, la autora comprobó que el encausado, organizador de las deportaciones masivas a los campos de exterminio, era un burócrata mediocre, sin apenas iniciativa, pero con un papel fundamental en la maquinaria nazi. Uno puede dejarse llevar hacia la barbarie porque es lo que toca en ese momento. Lo decidió la cúpula, como dice tantas veces Ternera, que de propina se atreve a comparar una redada contra ETA en Francia con la llevada a cabo contra casi 13.000 judíos en el Velódromo de Invierno de París en 1942. Será Josu Ternera hasta que se muera. Y más allá. Así se le recordará siempre.

QOSHE - Díganle Ternera - Mariluz Ferreiro
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Díganle Ternera

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31.12.2023

Su obsesión le da título a su entrevista convertida en documental. No me llame Ternera. Pero los nombres nunca los elige uno. Los de los bebés llegan de los padres o de los abuelos. Los alias y los apodos normalmente se gestan en otros entornos en los que uno echa a volar y suele toparse con el suelo. A veces son inmerecidos, fruto del abusón de turno. A veces ganados a pulso y pulidos por el ingenioso de la pandilla. Pero, por........

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