Me envía mi amigo Santiago desde Galicia las imágenes de la Autopista del Atlántico inundada por las supermareas de estos días atrás. Me las hace llegar con una nota en la que me trata de profeta, porque se acuerda de un relato que escribí para la revista Luzes el año pasado, en el que había imaginado esa autopista así, asolagada como en las antiguas leyendas. Aquella historia mía se titulaba Galicia 2121 y era una fantasía de anticipación en la que barruntaba cómo sería Galicia en cien años. Y como no hay que confundir los deseos con la irrealidad, me ponía en lo peor. El protagonista es un extranjero misterioso que visita brevemente nuestra tierra. Viaja a A Coruña en un tren de hipervelocidad al que, una vez más, le falta un tramo y es más lento que antes debido a las restricciones energéticas. Las provincias interiores están ya completamente despobladas, hasta el punto de que las viejas pistas forestales de asfalto son patrimonio cultural de la Unesco. Toda la provincia de Lugo se ha convertido en una reserva natural de lobos, tan numerosos que la caza de élite es una fuente de ingresos importante. De hecho, el tren no para hasta Betanzos, que es ya un barrio de A Coruña, cuyo casco histórico es Arteixo. La ciudad está superpoblada porque toda Galicia se ha trasladado a esta conurbación que llega hasta Padrón, ahora famoso por sus playas. Más al sur, Vigo, Pontevedra… todo ha desaparecido trágicamente bajo las aguas al confirmarse la hipótesis más extrema del calentamiento global, y ahí es donde aparece esa imagen de la Autopista del Atlántico bajo el océano. Si A Coruña existe todavía es gracias a su gigantesco muro de protección, una maravilla de la ingeniería china que lleva el nombre de «Muralla Rosalía de Castro» escrito en grandes caracteres ideográficos

El protagonista visita una Compostela convertida en parque temático para los runners del Camino de Santiago, que ahora se llama oficialmente The Way. En Bertamiráns, a donde hace tiempo que se ha trasladado la universidad, se entrevista con un arqueólogo al que quiere solicitar un permiso para visitar Lugo. En un histórico restaurante llamado O Dezaséis comen churrasco («antiguamente, era un plato de carne») y hablan sobre las excavaciones en la catedral («al final, resulta que sí era el Apóstol Santiago el que está enterrado ahí…»), y también sobre la nueva central nuclear que han construido los chinos en Xove. Intuimos que en el futuro el mundo tiene un gobierno global, pero no precisamente democrático.

Conseguido el permiso especial, el protagonista visita Lugo, que resulta ser la ciudad de su bisabuelo y que ahora, sin población, es una excavación arqueológica. Entonces entendemos que este personaje misterioso es mi propio bisnieto. Recorre las calles fantasmales flanqueadas por edificios en ruinas. «El pavimento reventado de sus calles deja ver la hierba, las enredaderas trepan por las fachadas que aún se tienen en pie». Su abuelo (mi hijo) le había pedido que visitase la Praza Maior, que recordaba con cariño de cuando era niño, pero de la plaza no quedan más que los robles entre los que corren las sombras de los lobos. Lugo, que fue antiguamente un bosque sagrado, ha vuelto a sus orígenes.

Los lobos aúllan a la Luna del color del mercurio. También nuestro protagonista la observa con parecida melancolía. Resulta que es un geólogo que ha pasado tiempo trabajando en la Luna. Por eso quería cumplir con ese último encargo de visitar la tierra de sus antepasados: tiene que volver a su base, esta vez ya sin posibilidad de regresar a la Tierra nunca más.

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QOSHE - Una distopía - Miguel-Anxo Murado
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Una distopía

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12.11.2023

Me envía mi amigo Santiago desde Galicia las imágenes de la Autopista del Atlántico inundada por las supermareas de estos días atrás. Me las hace llegar con una nota en la que me trata de profeta, porque se acuerda de un relato que escribí para la revista Luzes el año pasado, en el que había imaginado esa autopista así, asolagada como en las antiguas leyendas. Aquella historia mía se titulaba Galicia 2121 y era una fantasía de anticipación en la que barruntaba cómo sería Galicia en cien años. Y como no hay que confundir los deseos con la irrealidad, me ponía en lo peor. El protagonista es un extranjero misterioso que visita brevemente nuestra tierra. Viaja a A Coruña en un tren de hipervelocidad al que, una vez más, le falta un tramo y es más lento que antes debido a las restricciones energéticas. Las provincias interiores están ya completamente despobladas, hasta el punto de que las........

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