En mi infancia, los 53 kilómetros que nos separaban de la aldea de los abuelos paternos estaban casi tan lejos en tiempo como los que hoy nos separan de Madrid. Si nos llevaba alguien en coche, me mareaba inexorablemente, salvo una vez que viajamos en una furgoneta sin asientos, acomodados en las banquetas de la cocina. En tren, cogíamos el Shangai o el catalán, que solo paraban en Betanzos y en Curtis, y continuábamos en taxi hasta o Alto da Naveira, donde si había suerte, nos esperaban con unas yeguas para bajarnos hasta Mirás. Otras veces cogíamos el Ferrobús (no sé si es un nombre propio), que paraba en todas las estaciones, o el Pereira, el coche de línea que iba a Ourense por Melide, me parece, y nos dejaba en el empalme de Curtis. Seguíamos después el mismo itinerario hasta Fisteus.

Esos 53 kilómetros se me hacían pesadísimos, pero en Nochebuena se aligeraban porque solíamos ir con algunos tíos y primos, que siempre nos alegraban con su mera presencia. En cualquier caso, el mejor momento de la Navidad, el que con más ilusión esperaba, era la llegada a la casa de los abuelos y, para ser más preciso, el instante en que la abuela nos veía llegar por la ventana de la planta baja. Aquella sonrisa como sorprendida y asustada, conmovida, que dejaba sentir el gozo inmenso que le producía nuestra aparición en el corral. Era mi instante preferido. Y después, la cháchara infinita entre villancicos y juegos con los otros niños. Hasta que el sueño terminaba por abatirnos y caíamos desplomados en cualquier esquina, justo después de haber resistido el penúltimo envite para que nos fuéramos a la cama.

Niños, abuelos y Navidad: una combinación infalible para fabricar alegría.

QOSHE - Niños, abuelos y Navidad - Paco Sánchez
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Niños, abuelos y Navidad

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23.12.2023

En mi infancia, los 53 kilómetros que nos separaban de la aldea de los abuelos paternos estaban casi tan lejos en tiempo como los que hoy nos separan de Madrid. Si nos llevaba alguien en coche, me mareaba inexorablemente, salvo una vez que viajamos en una furgoneta sin asientos, acomodados en las banquetas de la cocina. En tren, cogíamos el Shangai o el catalán, que solo paraban en Betanzos y en Curtis, y........

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