Me reencontré con el invierno. Me salió al paso, cuando mi automóvil atravesaba la Terra Chá lucense.

La helada de la mañana de enero sembraba de rocío el paisaje; la mañana era alba, blanca con el brillo del hielo nocturno creciendo entre la hierba.

La luz se colaba por las transparencias efímeras mientras el coche cabalgaba galopando los fríos del invierno que se presentaba torpe tras el cristal del parabrisas.

Había concluido la Navidad, con el regreso de los tres Reyes al país de los sueños camino de Oriente. En las ciudades se descolgaban las arcadas lumínicas, los adornos de colores que incendiaban las noches en sus luces de fiesta. La carretera estaba desperezándose, driblando los jirones de la niebla que permanecían vigilando el manto de rocío que delimitaba campos y bosques a los lados de la autovía. Sin duda había llegado el invierno, que se esconde tras sus ochenta y ocho días de duración hasta que llegue de nuevo ese mágico misterio del tiempo que transcurre que es la primavera.

Llegará en el canto primero del cuco, volverá con las primeras golondrinas explorando el viento, con las mimosas que florecen en amarillos festoneando la tarde tras el saludo de los almendros y su alfabeto morse de pequeñas flores blancas. Sin duda era el invierno con sus fríos atávicos, los mismos que leímos en Los Muertos de Joyce, o en la Montaña Mágica de Mann, antes de adentrarnos en las nieves del Doctor Zhivago, o en los Cuentos para leer en Invierno, antología de textos gallegos de Ánxel Fole, aunque mi recomendación de tarde y noche, de sofá y manta es el libro de Italo Calvino Si una noche de invierno un viajero.

Yo era el viajero que se adentraba en el invierno mesetario, dejaba atrás mi pueblo y comenzaba a integrarme en un paisaje conocido, sorprendentemente helador, una foto fija de la lejana infancia, cuando el invierno eran las lluvias de febrero y las nieves que salpimentaban toda la estación. Y en los recuerdos se ocultaban los retratos imaginarios de un día que nevó en la mar, y que frecuenta mis sueños recurrentes. Estamos en un período de fríos amables, en un tiempo de vísperas que mide el paso de los días, que nos regala las esperanzas cercanas, y deja que las tarde medren, crezcan despacio venciendo a la noche, presagiando la primavera que como siempre la traerán los idus de marzo. Cuando el mes marcea y el mundo de nuevo vuelva a reescribirse con tintas de colores, a reinventarse tras el invierno que todavía es novicio.

QOSHE - Del invierno - Ramón Pernas
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Del invierno

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15.01.2024

Me reencontré con el invierno. Me salió al paso, cuando mi automóvil atravesaba la Terra Chá lucense.

La helada de la mañana de enero sembraba de rocío el paisaje; la mañana era alba, blanca con el brillo del hielo nocturno creciendo entre la hierba.

La luz se colaba por las transparencias efímeras mientras el coche cabalgaba galopando los fríos del invierno que se presentaba torpe tras el cristal del parabrisas.

Había concluido la Navidad, con el regreso de los tres Reyes al país de los sueños camino de Oriente. En las ciudades se descolgaban las arcadas lumínicas, los adornos de colores........

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