Al atardecer, en esa hora gris pálida, como sorprendida y declinante, cuando nos asalta el lusco e fusco y se desvanecen los colores del día, tarareo silencioso, en voz baja, la melodía del poema de Rosalía, Negra sombra.

Me ocurre todos los otoños. Llega siempre precedida de unas tan profundas como obstinadas cortinas de agua que coronan Galicia como el autentico reino de la lluvia.

Y el poema rosaliano de Follas Novas que musicó Xoán Montes viene a saludarme en las versiones cantadas por Amancio Prada o en la bella interpretación de Luz Casal. Este año he preferido deleitar mi imaginación escuchando el coro viril de Cantigas e Agarimos, o tal vez fuera la Coral de Ruada que se dirigía a mi melancolía otoñal ocultando la estrofa que señala que la negra sombra también es «o marmurio do río i es a noite i es a aurora».

Entonces es cuando sitúo el poema en el mismo centro de noviembre. Para mí, en el rosario lento de los meses, en el vagar errático de las estaciones, negra sombra es decididamente noviembre. Acaso que anochezca pronto y que la horas medren acortando las tardes, vistiéndolas con ese manto pardo tejido en estameña, esté en el secreto que encierra la ausencia de luz, en la búsqueda permanente del cristal que deja pasar el aire de los mediodías cuando es primavera.

Y llueve, frenéticamente, desbordando los ríos y la memoria de otros días, cuando el nordés cimbreante es ahora «o vento que zoa». «Cando penso que te fuches», negra sombra, siento que contigo también se me ha ido una parte de mi vida, quizás la más alegre y venturosa, la vivida en los años en que la juventud era un trofeo alcanzado y el mundo estaba a punto de ser inaugurado.

Y fueron pasando los noviembres y con ellos las lluvias pertinaces, que el Calendario Zaragozano adjudicaba a los otoños, y es ahora cuando resuena más que nunca, escondida en algún lugar de mi cabeza y de manera reiterada, la Negra sombra que me acompaña desde hace tanto.

Y busco a quién regalársela, con quién compartirla y, aguardando de nuevo el lusco e fusco, paseo por un malecón imaginario, junto a la mar, y silbo la canción para que el aire esparza los viejos compases y encuentre donde detenerse.

Y continúa la lluvia como en un relato largo de Camilo José Cela, o en un poema gallego de Federico, «chove en Santiago, meu doce amor». Llueve en las paginas de Gonzalo Torrente, o en las fabulaciones de Cunqueiro. Llueve ahora mismo en el corazón del viento. Y se, querida negra sombra, que «non me abandonarás nunca, sombra que sempre me asombras».

QOSHE - Negra sombra - Ramón Pernas
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Negra sombra

2 0
04.11.2023

Al atardecer, en esa hora gris pálida, como sorprendida y declinante, cuando nos asalta el lusco e fusco y se desvanecen los colores del día, tarareo silencioso, en voz baja, la melodía del poema de Rosalía, Negra sombra.

Me ocurre todos los otoños. Llega siempre precedida de unas tan profundas como obstinadas cortinas de agua que coronan Galicia como el autentico reino de la lluvia.

Y el poema rosaliano de Follas Novas que musicó Xoán Montes viene a saludarme en las versiones cantadas por Amancio Prada o en la bella interpretación de Luz Casal. Este año he preferido deleitar mi imaginación escuchando el coro viril........

© La Voz de Galicia


Get it on Google Play