Aquellos valientes que se hayan atrevido a ver el documental de Isabel Preysler y su Navidad seguirán impactados por el cúmulo de detalles. A Boris Izaguirre le hubiera dado para varias semanas en aquella sección que tenía en Crónicas marcianas. Podría entrar en bucle al grito de «¡Páralo, Paul!» para regodearse con toda la información del casoplón que fue de Boyer y Preysler. Un casoplón que se queda visualmente en la opulencia de los noventa sin renovación posible. Las cortinas de la habitación donde desayuna Isabel, de fondo blanco y flores azules y rojas, tipo cortinón, con la banda a juego rematada con un vivo azulón se te quedan pegadas a la retina. Y así podríamos seguir con los muebles de mimbre en la piscina interior, y todo ese mundo de un tiempo pasado que fue mejor. Isabel, la reina del glamur, se queda muy fuera del charme que se espera de ella y pasa a ser una mujer enrocada en una cinta de vídeo. Su vida es en VHS, en una nostalgia que, bueno, está llena de un pasado muy Ferrero Rocher. Pero ahora se la ve una mujer sola, que ha heredado una enorme biblioteca de Boyer (no hay rastro de otro hombre en su vida), que se acuesta a las cinco de la mañana y desayuna agua, más agua y algo de fruta. Eso sí, rodeada de Ramona, Rafael, Elías..., que vestidos como en el siglo XIX, forman parte de ese servicio «que son como familia». Una frase que Isabel expresa y que ¡uf! es toda una definición.

QOSHE - Las cortinas de la Preysler - Sandra Faginas
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Las cortinas de la Preysler

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16.12.2023

Aquellos valientes que se hayan atrevido a ver el documental de Isabel Preysler y su Navidad seguirán impactados por el cúmulo de detalles. A Boris Izaguirre le hubiera dado para varias semanas en aquella sección que tenía en Crónicas marcianas. Podría entrar en bucle al grito de «¡Páralo, Paul!» para regodearse con toda la información........

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