El suntuoso salón tiene un aquel de Médico de familia venido a más y Palacio de Liria venido a menos. En él, conviven (sin mezclarse demasiado) los hijos y los nietos de un pequeño imperio azucarado y entre discursos melindrosos se entrevé, en solo un par de minutos, eso de que los negocios acaban sepultados en las terceras generaciones, por mucho que se apriete en la carrera a los Galgos.

Aunque desde luego intente alejarse —es que hay una gran distancia entre Nueva York y Santander, entre el campo de béisbol y las jornadas de caza—, hay algo de Succession en esta serie en la que la familia es una empresa y la empresa quiere ser una familia en el sentido amplio (y mafioso) del término: no hay buenas personas en este coro en el que los papeles se asignan incluso antes de haber nacido. Por eso, que la madre —porque matriarca le supondría tener efectivamente el poder— decida hacerse con las riendas de un grupo empresarial que se derrumba (el azúcar es el nuevo tabaco) hace tambalear no solo la precaria estabilidad empresarial, chanchullos incluidos, sino también el delicado equilibrio de una familia con un golden boy como Guzmán, el intelecto en Bruselas, un marido advenedizo, una niñata bohemia que no da valor alguno al dinero, un hermanastro con mucho arranque y pocas luces y una hija adicta, sobre todo, a la aprobación de su madre. Así es como suceden Galgos.

QOSHE - Suceden Galgos - Tamara Montero
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Suceden Galgos

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22.01.2024

El suntuoso salón tiene un aquel de Médico de familia venido a más y Palacio de Liria venido a menos. En él, conviven (sin mezclarse demasiado) los hijos y los nietos de un pequeño imperio azucarado y entre discursos melindrosos se entrevé, en solo un par de minutos, eso de que los negocios acaban sepultados en las terceras generaciones, por........

© La Voz de Galicia


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