Una de las virtudes que ha tenido la reivindicación de los usos del mar en nuestro litoral ha sido la visualización incipiente de la integración entre la actividad extractiva y/o cultivadora del mar y la industria alimentaria.

Por ello, la sólida actividad del lobi mar-industria trasciende a la necesaria revisión de la legislación sobre ocupaciones, protección y usos de la zona litoral, bien portuaria, bien de protección costera. Incluso a la colisión de interpretaciones sobre ella y sus competencias. Legislación e interpretaciones donde están no solo las competencias centrales de la Dirección General de Costas con sus leyes, sino la Lei do Solo de Galicia y sobre todo el decreto 97/2019 que regula las competencias de Galicia en la zona de servidumbre de protección del dominio público marítimo-terrestre, y sus usos autorizados, que limitan su utilización.

Limitaciones que pretende también reparar la ley del litoral, suspendida por el recurso ante el Tribunal Constitucional, que conlleva no solo un debate jurídico y competencial —y confrontación política—, sino una reflexión a fondo del mar gallego. El de dentro y el de fuera.

Vaya la reflexión sobre el «mar de dentro» hacia la integración espacial e internacional de nuestros recursos y mercados pesqueros, y la del «mar de fuera» sobre los mercados y su integración en la industria alimentaria. Pues si uno atiende a los datos, el marisqueo, ya en el 2022, antes de las lluvias de este octubre, solo produjo 6.430 Tm de almejas y berberechos, unas mil menos que en el 2021, y apenas 219.000 de mejillón. A lo que sumar unas 160.000 de pescado fresco. Y donde la importación alcanza unas 800.000 toneladas de pescados, crustáceos y cefalópodos, más unas 16.000 de almejas varias y las necesarias de mejillón. Solo entendiendo que debemos resolver debates y formular propuestas en torno a los mares de Galicia en su territorio, en los mercados y en las importaciones, se podrán afrontar los retos de rentabilidad de las empresas del mar-industria.

Algo que ya se ha planteado en el sector de la agroindustria, que en estos años se ha visto limitado no solo por la concurrencia de usos, sobre todo entre forestal y agrario, sino por una escasez de tierras que impone que la superficie agraria por explotación sea reducida, lo que, según el profesor Edelmiro López, constituye el elemento básico que lastra su productividad. Reduciéndose cada vez más la parte del territorio integrada en explotaciones agrarias, hasta solo ser el 29 % de la superficie geográfica de Galicia. Un estudio publicado en la revista Land Use Policy, por E. Corbelle, P. Sánchez, E. López, S. Lago y J. Mª Da Rocha, cuantifica en cinco mil kilómetros cuadrados las tierras agrarias abandonadas en Galicia y estima que su recuperación promovería diez mil empleos y un incremento del 1 % del PIB. Agroindustria y territorio. Reflexiones sobre los territorios de la tierra y el mar, del sector primario. Antes de los enredos en la minería y el viento, también territorio.