De la reciente cumbre en Bletchley Park (Reino Unido) para impulsar un consenso en torno a una regulación de la inteligencia artificial (IA) han tenido noticia en el análisis de la profesora Amparo Alonso. También de la lenta gestación en la UE —cinco años— de otras regulaciones, como la de mercados y servicios digitales y sobre la IA y datos, que pueden ser aprobadas a finales de año. Sin olvidar la orden ejecutiva de la administración Biden, del código voluntario del G7 o la regulación del Gobierno chino, y el arranque de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial en A Coruña. Por aquietarnos el desasosiego. En sus análisis de La Voz de Galicia, Javier Armesto trata sobre los riesgos o las aplicaciones de la IA generativa, como las de la noruega Oceanbox en simulación de datos oceanográficos, entre los avances aportados por la IA, sus oportunidades de negocio o su repercusión social, con el ChatGPT —un indicador— ya con 100 millones de usuarios.

En el debate actual las grandes empresas tecnológicas y tenedoras de datos (Amazon, Google, Meta, Microsoft…) asumen una regulación de la IA a largo plazo. Sin embargo, bajo el argumento de una parálisis en la innovación, se oponen a una regulación en el momento actual; renuencia a la regulación que, de acuerdo con Ramón López de Mántaras —quien introdujo la IA en España desde aquel ignoto centro del CSIC de Blanes en 1985— con ese argumento de no poner puertas a la innovación, pretenden ocultar daños reales que la IA está causando hoy. Daños como el riesgo de ser segregados por un algoritmo, ser excodificados (excluidos y codificados), según el neologismo definido por Joy Buolamwini, del MIT Media Lab. Con repercusiones en el empleo, la salud, la desinformación o el sistema bancario y otros aspectos de nuestra vida cotidiana. Lo que no se resuelve con la autorregulación propuesta por las empresas tecnológicas, algo que ya no funcionó con los bancos en la crisis del 2008, ni impidió la venta de datos masiva y sin control por Facebook. La reflexión sobre la IA debe alcanzar al mundo económico y financiero, las monedas fiduciarias y sus bancos centrales, los mercados de deuda, las criptomonedas y el siguiente salto productivo o de productividad que ahora se dirigirá a financiar la IA. Un mundo complejo donde se sitúa el futuro. Un futuro donde los dólares o los yuanes convivirán con las criptomonedas, el blockchain, la red de almacenamiento de datos descentralizada, los grandes tenedores de datos y la capacidad de su procesamiento, y, al fin, la IA y su economía. Una economía muy floreciente donde las grandes tecnológicas incrementaron su beneficio en lo que va de año en un 45 %, unos 90.000 millones de dólares. Y en todo ello seguimos los humanos, en un futuro incierto que se intuye en la actual exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), siguiendo pautas de otra celebrada en 2019 en el Barbican Center de Londres y que nos incita a seguir preguntándonos hasta dónde alcanza la IA entre tanta incertidumbre.

QOSHE - Inteligencia artificial: desasosiego y economía - Uxío Labarta
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Inteligencia artificial: desasosiego y economía

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09.11.2023

De la reciente cumbre en Bletchley Park (Reino Unido) para impulsar un consenso en torno a una regulación de la inteligencia artificial (IA) han tenido noticia en el análisis de la profesora Amparo Alonso. También de la lenta gestación en la UE —cinco años— de otras regulaciones, como la de mercados y servicios digitales y sobre la IA y datos, que pueden ser aprobadas a finales de año. Sin olvidar la orden ejecutiva de la administración Biden, del código voluntario del G7 o la regulación del Gobierno chino, y el arranque de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial en A Coruña. Por aquietarnos el desasosiego. En sus análisis de La Voz de Galicia, Javier Armesto trata sobre los riesgos o las aplicaciones de la IA generativa,........

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